En tiempos de Aladino los que criticaban al Rey ahora hacen lo mismo

Contaban las crónicas que en los tiempos de Aladino un Rey era atacado por algunos de sus súbditos, que en estos días llamaríamos oposición, por ayudar a gremios y organizaciones que se decía «eran de su cuerda».

Alegaban que el Soberano mientras ayudaba  con fuertes sumas de maravedíes a los «buenos» atacaba con furor a los que los cortesanos más afines al monarca calificaban como «plebeyos  oscurantistas o derrocacoronas». Llegaron a criticar acciones como la de dividir los territorios de los no afines en pequeños reinos de Taifas introduciendo al mando de ellos a auténticos «topos» favorables al monarca. Criticaban su parcialidad en los asuntos de Estado, apoyando a unos y negando el pan y la sal a los otros.

Las críticas eran tremendas, por mucho que el Rey quisiera demostrar que gobernaba para todos, que se preocupaba por todos y que se despellejaba por todos… na de na, porque usando frases de hoy en día «sus cortesanos más cercanos no sabían vender el producto».

Y aun así el Rey se sentía tranquilo; hubo incluso aduladoras de un determinado lugar de su reino que no paraban de alabarlo, de aparecer en los en aquellos tiempos «medios» pidiendo a los ciudadanos el voto, el apoyo a su Rey, «un hombre lleno de bondades y que conseguirá hacernos felices a todos y todas».

Pero, las cosas en el reino de Aladino cambiaron y por arte de birlibirloque desapareció la lámpara maravillosa y el Rey tuvo que dejar de gobernar.

Los nuevos gobernantes, al igual que los romanos, gobernaron con Triunvirato al que se sumó la que más tarde recibió el apodo de «Dama de las Camelias».

Y claro, todo «viró». Los nuevos gobernantes se dedicaron a apoyar a los que entonces eran, según ellos «perseguidos», comenzó una sutil campaña cual Reyes Católicos expulsando a los que no comulgaban como ellos. «Todo para el pueblo» decían como si fuesen mosqueteros, hay que hacerse populares (no  de los de ahora y con mayúscula). Un ejemplo claro de lo que comenzó a suceder fue que comenzaron a reunirse con los gremios y grupos «de su cuerda» alejando o no contando con los que legalmente existían; la señora que tanto alabó y pidió por el anterior Rey, y al que también tanto le pidió, ahora había cambiado de bando pasando la lengua por la mano de la «Dama de las Camelias»… algo incomprensible, porque lo que antes el grupo  de súbditos contrarios al Rey criticaban ahora ellos hacían lo mismo, pero «con los suyos».

Y llegó un momento en que Aladino se cansó, se montó en la alfombra voladora y se despidió diciendo ¡vaya tropa!

PD/El relato de estos hechos guarda similitud con casos concretos de la vida real.

Desde Ultramar.

Pedro Sanz

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