Esperanza

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Tal como estaba  escrito, Rajoy se cayó de la escena política pero por imprevisible suicidio. Todavía  representa al partido político más votado en las elecciones generales, siete millones de votos, y con su actitud evidenció ganas de poder y falta de interés por participar en política cuando se tiene que negociar acuerdos transcendentales en un tiempo político nuevo. Siento su  deslealtad  con  España,  los  españoles,  sus votantes y su partido. Difícilmente va tener segundas oportunidades. Nadie esperará por él cuando muestra indiferencia a todos.

Pedro  Sánchez lo  tiene muy  difícil pero está  mostrando determinación tanto en el ámbito interno de su organización política como en el escenario parlamentario que se abre. Aguanta los embistes de los  barones territoriales socialistas, soporta los intentos de Iglesias por ridiculizarlo y las amenazas de Rajoy.

De sus primeras declaraciones como candidato a la Presidencia del Gobierno de España, se desprenden los objetivos de gobernabilidad y convivencia mediante la reforma institucional y constitucional  con protagonismo clave del Parlamento y Senado.  Ante estas  declaraciones, Rivera recoge el guante y Rajoy e Iglesias están desaforados pero tienen la responsabilidad de facilitar  la  investidura con un  Parlamento tan diverso para iniciar una legislatura corta de transición que ponga las bases de nuevas  décadas de convivencia y prosperidad.

Es la hora de la  verdad. La iniciativa política de Sánchez coloca la  pelotea en el  tejado de Iglesias y Rajoy. Este tiene bastante con apartarse para ayudar a regenerar un Partido Popular imprescindible para la política española; aquel necesita reducir su arrogancia. Sánchez necesita hablar con todas las fuerzas políticas, incluidas las nacionalistas. El encaje territorial no será posible excluyendo del diálogo a parte del nacionalismo catalán y vasco. Por eso, en el orden interno socialista es hora del silencio de sus barones y del respeto de sus doscientos mil militantes a la propuesta de un posible acuerdo  de  investidura que refleje la voluntad de los españoles.

Ante  la irresponsable y táctica renuncia del líder popular sólo queda reconocerle a Pedro Sánchez haber dado el paso, ponderar sus declaraciones, la postura constructiva de Rivera, esperar que Rajoy e Iglesias estén a la altura del momento político del país, el silencio de los barones socialistas y pedir a los militantes socialistas respeto a los acuerdos parlamentarios. Sánchez no lo tiene fácil. Que nadie trunque la esperanza de convivencia de los españoles.

 

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