La gran pregunta

Enrique Barrera Beitia.

¿Existe Dios? Esta es la Gran Pregunta. Todos nos la hemos hecho, y mientras unos desean despejar sus dudas otros temen abandonar sus convicciones.

La comunidad científica tiene un amplio consenso sobre la existencia de un inmenso campo de energía, cuyo equilibrio anulaba la noción del tiempo. La Nada no puede existir, pero sí una situación en la que partículas y antipartículas se anulan mutuamente y provocan la ausencia de movimiento, en cuyo caso no corre el tiempo. Por esto, Stephen Hawking afirma que el Universo fue creado espontaneamente a partir de una singularidad que quebró las leyes de la Física y desestabilizó la mal llamada Nada Absoluta.

Con la Gran Explosión (hace unos 15.750 millones de años), el reloj se puso en marcha en paralelo al nacimiento de varios universos, en plural, porque también parece haber consenso en ello; es como cuando el agua de una olla entra en ebullición, provocando muchas burbujas, no una sola.

La radiación de fondo de microondas (en la imagen) es el eco que queda de la Gran Explosión que dio origen a seis universos burbuja, cada uno con diferentes constantes físicas.

Albert Einstein descubrió que la gravedad deforma el tiempo y el espacio, Edwin Hubble demostró que nuestro universo se expande, pero terminará contrayéndose por efecto de una extrema gravedad que detendrá el tiempo dentro de millones de años, y cuando el tiempo se detiene, deja de existir. Creer que algo es eterno es simplemente un acto de fe sin base científica y la conclusión es la misma: seguimos sin poder demostrar tanto la existencia como la no existencia de Dios, pero ya no es necesario Dios para explicar el origen del Universo.

Sobre la existencia de Dios, la carga de la prueba debería recaer en los creyentes, porque no tiene sentido demostrar una inexistencia. Pero aunque no se pueda demostrar, las religiones continuarán teniendo una mayoría de adeptos, porque son herramientas muy eficaces para afrontar con serenidad la muerte.

Albert Einstein, Edwin Hubble y Stephen Hawking con Stephen Hawking orman el primer escalón de científicos en cuanto a la explicación de la cosmogénesis.

Además, ¿merece la pena averiguar si existe un Ser Supremo? ¿qué necesidad tenemos los ateos en hacer proselitismo? Realmente ninguna, porque no hace daño a la sociedad la simple creencia de acceso a un Paraíso a cambio de cumplir unas determinadas reglas en vida.

Instalados en este sugestivo pero innecesario dilema intelectual, será interesante comprobar como funcionará la pequeña comunidad islandesa (sólo 331.000 habitantes), tras conocerse que es mayoritariamente atea y que entre los menores de 25 años, no hay nadie que crea en Dios. Será una experiencia piloto a pequeña escala. En principio no parece que se hayan sumergido en el caos.

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