Donadas a EXPONAV dos cureñas para cañones del siglo XVIII de la fragata Magdalena, hundida en Viveiro (1810)

Cañones de la fragata Magdalena  situados en los jardibes de Viveiro.

La firma Windar Renovables entregó a la Fundación Exponav, que mantiene en Ferrol el museo de la Exposición Nacional de la Construcción Naval, dos cureñas para sustentar otros tantos cañones del siglo XVIII, procedentes del pecio de la fragata «Magdalena».

En un comunicado, la empresa ha afirmado este lunes que el «material ha sido recibido en nombre de la fundación por el almirante jefe del Arsenal de Ferrol, Antonio Duelo Menor». Daniel Alonso, presidente de honor de la compañía, participó en el acto de entrega.

Patrono de Exponav desde 2016, Windar señala que su «adhesión responde al interés en apoyar la conservación del patrimonio cultural vinculado a Armada, navegación y astilleros».

Asimismo, ha reivindicado su «relación con la construcción naval» al operar junto a Navantia «en la fabricación de componentes para parques eólicos marinos».

Elaboradas en Ferrol con teca maciza «tratada para resistir las inclemencias», las cureñas disponen de herrajes de acero inoxidable y se realizaron con «técnicas artesanales, siguiendo modelos de la época de los cañones».

La fragata Magdalena

La maqueta de la fragata «Magdalena» en escala 1/14. Mueseo Naval de Ferrol

La Santa María Magdalena fue una fragata de la Marina de guerra española, que naufragó junto con el Bergantín Palomo en 1810 en la Ría de Viveiro, Lugo . La Santa María Magdalena, bajo el mando del capitán Blas de Salcedo, había sido construida en 1773 en los Reales Astilleros de Esteiro  y montaba 38 cañones. El bergantín Palomo, mandado por el teniente de fragata Diego de Quevedo, fue construido en 1793 en el mismo arsenal y montaba 18 cañones.

Los dos buques formaban parte de la flota hispano-inglesa que, al mando del capitán Joaquín Zarauz, tenía como misión defender la costa cantábrica contra los ataques de los franceses.

Días previos

Zarpan de Coruña el 14 de octubre de 1810. Al pasar por Ribadeo se les unen la goleta Liniers y los cañoneros Corzo, Estrago, Gorrión y Sorpresa, así como quince transportes más. En la tarde del día 18, fondean en Gijón para desembarcar al día siguiente las fuerzas del ejército, que atacarían la ciudad asturiana, consiguiendo así que las fuerzas francesas se replegasen. Terminada la acción, se dirigen a Santoña el día 23, justo cuando se declara un viento noroeste muy fuerte. Esto provoca que los buques más grandes echen cabos, mientras que los cuatro cañoneros se hunden, aunque se salvan sus respectivas tripulaciones.

La tragedia
 
Con la mejora del tiempo y dispersada la flota, se dirigen el día 29 al puerto de Vivero la fragata  Magdalena, el bergantín Palomo, dos transportes y la fragata inglesa Narcisus. El 2 noviembre se declara un fuerte temporal de componente norte, y esa noche piden auxilio con bengalas y cañonazos. Las dificultades eran especiales para el Magdalena y el Palomo, que sólo contaban con dos anclas, ya que las otras dos las dejaron en el puerto de Santoña. El temporal destrozó el casco del Magdalena y no tardó en irse a pique. El Palomo fue arrastrado por las olas a la playa de Sacido.

Del total de la tripulación de la fragata, sólo lograron alcanzar la costa ocho hombres, de los que sobrevivirían tres, y la cifra de muertos se elevó a 480. La práctica totalidad de los muertos fueron arrastrados por el mar a lo largo de esa noche a la playa de Covas. Murieron 70 hombres del Palomo, por lo que la cifra total de fallecidos (550) lo convierten en una de las mayores tragedias marítimas ocurridas en la costa española.

Esta tragedia tuvo una enorme repercusión en toda España. El hecho de que apareciese el cuerpo del capitán Blas Salcedo abrazado al de su hijo, hizo que la Armada prohibiese el embarque de padres e hijos o hermanos en el mismo barco.

 

 

 

 

 

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