Álvaro Núñez de Pazos  «Ferrol, filón infinito”

María Fidalgo Casares. Crítica de arte

Álvaro Núñez de Pazos presenta en Bonilla (Plaza del Callao,1) a partir del día 28 su primera colección, tras «idas y vueltas» a la pintura.

Álvaro Núñez de Pazos pertenece a una familia muy imbricada en la historia ferrolana ajena a los pintores de oficio. Sin embargo, en sus dos ramas, Núñez y Pazos ha habido un gran talento para la pintura y el dibujo. Su tía, la ya legendaria, Cachita Núñez, siempre pintó y fue mecenas de artistas en la década de los 60, pero pocos saben que su hermano, padre de Álvaro, era un gran crítico de arte que firmaba sus artículos con el seudónimo Bautista de Loyola. De su pluma salieron grandes críticas de los pintores ferrolanos más sobresalientes de las décadas centrales del XX  Yglesias, Carmelo, Vilela o Abelardo Miguel.   

Álvaro Núñez fue aficionado al arte desde pequeño. Siempre tuvo en su casa lápices y papel para dibujar todo lo que se le antojara. En el internado Cha, donde pasó su adolescencia, sus antiguos compañeros aún hoy recuerdan sus caricaturas. De adolescente, comics y viñetas poblaban sus libros, pero nunca dejó de ser más que una afición que nunca abandonó.

Sin embargo, ya pasado el ecuador de su vida, tras un tiempo en otros derroteros y con idas y venidas, lo ha retomado con una gran fuerza creadora y con una seriedad que nunca antes había barajado.

Su eje temático está siendo su ciudad: Ferrol. Una urbe de la que muestra su decrepitud, pero también su intrínseca belleza, y sobre todo descubre el encanto indiscutible de rincones que los ferrolanos saborean de una forma especial. Edificios de Ucha, Ferrol Vello, Canido, o el Chalet Antón -convertido en icono de la ciudad por su trascendencia en el mundo fotográfico y creativo– el artista afirma que «Ferrol es un filón infinito de rincones y de calles preciosas».

Probablemente, el mes de Agosto, Cabanas sea el escenario de una nueva exposición del artista ferrolano, pues está concluyendo una interesante serie » Casas emblemáticas de la Playa de Cabañas». Todavía no ha cerrado fechas ni espacio, pero por su gran originalidad, y por lo difundido en las redes sociales, es una muestra que se espera con gran expectación. 

Un estilo personal

Álvaro Núñez tiene un estilo personal que le acerca a otros artistas ferrolanos como Blanca Escrigas. También tiene ciertos paralelismos con uno de los subestilos del gran Rafael Romero. Su técnica es una fusión entre la acuarela pura y tinta, pero está abierto a añadirle tintas blancas, pasteles y otros elementos.

Protagoniza siempre la composición un paisaje urbano muy dominado por la línea, casi con trazas de arquitecto. El color siempre aparece supeditado al dibujo, pero desarrolla una gran eficacia expresiva, pese que en algunos lienzos, se asome de forma apenas puntual. 

Posicionado dentro de la figuración y el realismo, exhibe paradójicamente cierta irrealidad y fantasía dentro de la cotidianidad. Reinterpreta paisajes urbanos perfectamente reconocibles, en los que las licencias artísticas son mínimas pero existen a través de sus ojos y de la captación de instantes efímeros o vistas poco habituales. Incluso en algunas imágenes por su segmentación, llega a rozar cierto expresionismo.

Este cúmulo de valores dota a sus obras de un gran atractivo. Para los ferrolanos- y podría aventurar que aún más para los ferrolanos de la diáspora- este atractivo se transmuta en un innegable y dificilmente explicable punto de emoción.

Por ello, quizás ha elegido presentar su obra en un lugar que para un foráneo puede parecer un pequeño y sencillo café, pero la intrahistoria ferrolana lo reafirma como uno de los cafés más emblemáticos: La Chocolatería Bonilla.

Allí inaugura el 28 de Junio y estarán sus obras expuestas todo el mes de Julio.

 Un correcto dibujo, perspectiva, composición y un toque personal basado en el ojo intuitivo del pintor, articulan el estilo de este ferrolano. Junto a ello, su sensibilidad de artista consigue impregnar en sus obras un indisimulado amor por su ciudad que transmite al espectador y que se convierte en el gran atractivo de sus obras.

Ferrol, filón infinito. Un retorno a la pintura que en el caso de Álvaro Núñez. – dada la calidad de sus representaciones- tiene solventes visos de convertirse en un camino sin vuelta atrás.

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