Los políticos y el dinero

José Carlos Enríquez Díaz

Aumentos de sueldo, salarios, dedicaciones exclusivas, coche oficial… estas son las prioridades de los políticos mientras algunas ciudades continúan poco a poco irremediablemente su declive. Políticos que no vienen a servir y sí a servirse. Políticos de usar y tirar sin idea de ciudad, sin interés por ser el mejor, sólo figurones que quieren llegar y subir rápido al siguiente puesto…

Lo que mejor saben hacer algunos alcaldes socialistas  es subirse el sueldo. El caso más llamativo es el de Inés Rey, la nueva regidora socialista de A Coruña, que cobrará un 72,5% más que su antecesor, Xulio Ferreiro, de Marea. Al tomar posesión del bastón de mando en 2015, cuando España empezaba a superar la crisis económica, Ferreiro se bajó el salario de 65.000 a 40.000 euros. Cuatro años después, dejadas atrás las vacas flacas, Rey cobrará un sueldo de 69.000 euros brutos anuales. Vicente Irisarri fue lo primero que hizo en su primer mandato.

En Ferrol también se pretendía  la subida de sueldos.  Es cierto que este es un tema trillado, y que  el señor alcalde no se va dar por aludido, posiblemente dirá también que son boberías… pero está claro que una mayoría de los ciudadanos veíamos con malos ojos este abuso con el que quería comenzar su legislatura.

Algunos alcaldes comienzan dando ejemplo de austeridad… sí señores alcaldes, son ustedes todo un ejemplo para ver todo lo que nos espera a los ciudadanos, a los parados y a las familias que cada día visitan las ONG de la ciudades para poder llegar a fin de mes. Así da gusto que los gobernantes traten los temas que verdaderamente preocupan a la ciudadanía con rigor y dedicación… sin complejos, los ciudadanos pueden esperar.

Hay pobres porque el dinero no se pone al servicio de las personas; hay pobres porque se compra y se vende a los hombres por dinero; hay pobres porque hay políticos avaros.

El Político que se considere cristiano debe promover una mayor igualdad social, procurar que cambie la actual estructura clasista de nuestra sociedad.

El afán de poder nos sólo se reduce a la pertenencia a una clase social.  Este afán de poder sigue ejerciendo una gran influencia, tanto en países capitalistas como en países socialistas de muy distinto signo.

Razón llevaba el señor obispo D. Luis Ángel, al pedir desde las redes sociales a la nueva corporación “que, primero atiendan las necesidades de los ciudadanos. Y los invita a mirar a la iglesia como un bien para la comunidad tendiéndoles la mano para que, juntos, podamos construir mejores espacios en todos los concellos de la iglesia.”

“PSOE y PP, la misma m.  es” fue una consigna repetida en las manifestaciones de la lucha social, en España en los últimos lustros. No es una verdad absoluta, pero ahí está, para tenerla en cuenta. Es lamentable ver como cuando se trata de sus propios intereses económicos  PSOE Y PP son capaces de ponerse de acuerdo…

Ética y política son los ojos de un mismo rostro; la política no puede operar acertadamente sin la ética. En la cultura clásica moderna, de aquellos que ejercían la política con ética, se decía que tenían “decorum”; tener decorum era garantía de ser un político honesto, discreto y justo. En su vida obras paralelas afirmaba Plutarco que “el hombre es el más cruel de todas las fieras, cuando a las pasiones se une el poder sin virtud” y Cicerón, en su arriesgado y valiente ataque en sus “Verrinas” contra la corrupción del tirano Verres de Silicia: “cuando los políticos no se rigen por la ética, son como las hienas a la caza del poder”

La política puede ser la más noble de las tareas; pero es susceptible de ser el más vil de los oficios.

Con la autoridad de los siglos, es bueno recordar las palabras del sabio Confucio sobre la manera de actuar de un buen gobernante, necesaria lección para nuestro alcalde: “ El gobernante se haya obligado, sobre todo, a  perfeccionar su inteligencia y su carácter para conseguir la virtud; recobraría el afecto del pueblo; si goza del afecto del pueblo; su poder se extendería por toda la región; si ha adquirido el poder sobre la región, le resultará fácil alcanzar la prosperidad del Estado.”

La confianza de la ciudadanía en los políticos desciende cada día, pierde credibilidad y, en consecuencia, los ciudadanos también vamos perdiendo la confianza en las instituciones.

Cuanto más dinero se tiene, más posibilidades existen de cometer comportamientos poco éticos. “ Así de contundente es Paul Piff, psicólogo  social de la universidad de Berkeley, quien ha dedicado gran parte de su trabajo a estudiar diferencias entre personas de clase alta y de clase baja. Los políticos huyen de todo lo que sea plantear problemas de valores o cuestiones de principios, reduciendo la cuestión a un trato de intereses.

Nicolás Maquiavelo, en “El príncipe» (XVIII, 466) dejó escrito: “Los hombres son tan ingenuos, y responden tanto a la necesidad del momento, que quien engaña siempre encuentra alguien que se deja engañar”.  La pura verdad es que en la actualidad somos “millones” los que votamos como salvadores de nuestros males, a embusteros que se hartan de predicarnos mentiras y patrañas.

Está claro que en el fondo del asunto los intereses económicos le han ganado la partida a los intereses políticos. Dicho más claramente, los intereses económicos de los políticos le han ganado la partida a los intereses políticos.

Yo no digo que todos los políticos sean así. Lo que sí afirmo es que, hoy, el ejercicio de la política exige una integridad ética para la que muchos profesionales de los asuntos públicos no están preparados y así nos luce el pelo.

Si los que nos gobiernan necesitan una integridad ética indiscutible, la misma integridad necesitamos los gobernados, y si no, ¿qué hacemos cada  cuatro años, dando nuestro voto de confianza a quien sabemos que nos está engañando y lo va a seguir haciendo de nuevo?

 

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