Actitudes patriarcales: Mujeres maltratadas

José Carlos Enríquez Díaz

Es evidente que el Feminismo se ha caracterizado desde siempre por su incesante trabajo y sus aportaciones en la consecución de la libertad y la autonomía de las mujeres, así como por su contribución hacia la igualdad de derechos y responsabilidades entre hombres y mujeres, lo que ha supuesto un enorme beneficio para toda la sociedad, no solamente para las mujeres.

Las mujeres se han hallado en segundo lugar desde tiempos inmemoriales, maltratadas y silenciadas a lo largo de la Historia. La mujer estaba sometida al marido y cohibida por las prescripciones morales impuestas. Así pues, se convirtió la mujer en la principal receptora de obligaciones y consejos. En este ámbito, lo que los moralistas recomendaban a los maridos era conseguir en sus mujeres la plena sumisión, lo que se llamó “corrección marital”.

Históricamente, una mujer no podía superar intelectualmente a un hombre. Otra dificultad añadida a la hora de que muchos editores se decidieran a publicar sus libros e incluso a que lectores quisieran comprarlos. De ahí el uso de tantos seudónimos masculinos para ocultar su identidad.

Entre ellas, las hermanas Brönte cambiaron sus nombres –Charlotte, Emily y Anne- por otros masculinos. Precisamente Emily Brönte es la autora de la famosísima novela Cumbres Borrascosas, su única novela.

También la autora de la célebre novela Mujercitas, adaptada al cine bajo el mismo nombre, cambió su nombre como Luisa May Alcott por A.M. Barnard para muchos de sus escritos.

Emilia Pardo Bazán mantuvo desde el primer momento una actitud que la hizo ir de escándalo en escándalo. El escándalo subió hasta tal punto que José Quiroga, su marido, le pidió por favor que dejara de escribir para no abochornarle más. Ella se negó, por lo que desde ese momento ya nunca más vivieron juntos. 

La mayoría de las leyes de costumbres y de las leyes de las ciudades en los períodos medievales y del Renacimiento daban a los maridos el derecho a golpear a sus mujeres, aunque generalmente aconsejaban que lo hicieran “razonablemente” o “moderadamente”. Por ejemplo, la ley de la ciudad de Villefranche dice: “Todos los habitantes tienen derecho a golpear a sus esposas siempre que ello no resulte en la muerte”.

La literatura y los libros de consejos de esa época intensifican la impresión de que el varón está justificado en emplear violencia física contra su esposa, a la que se ve siempre como “provocando” o “pidiendo” dicha violencia.

En la compilación del derecho canónico hecha por Graciano en el siglo XII se dice que el esposo puede castigar a sus esposa pero no golpearla.

Sin embargo, Jesús de Nazaret con su vida y sus prácticas, anunció la comunidad de iguales (Gál l 3,28). Por eso, en memoria suya no se puede discriminar a las mujeres. Jesús de Nazaret no es machista, Él no suple a ninguna de las mujeres con las que se encuentra en el Evangelio ni en su trato muestra ningún tipo de superioridad o prepotencia.

 Las mujeres se han hallado en segundo lugar desde tiempos inmemoriales, maltratadas y silenciadas a lo largo de la Historia. Pero poco a poco, se abren paso en el mercado laboral y las actividades domésticas ya empiezan a no ser solo obligaciones de ellas; la sociedad empieza a acoger al género femenino de otra manera. 

Si el feminismo es, según indica su definición léxica, el movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres, cualquier ciudadano de bien apoyará ese feminismo. Sin embargo, tan noble concepto se ha ido paulatinamente radicalizando, de modo que en los últimos años su sentido original se ha perdido. Hoy el feminismo radical se ha convertido en otra lacra más de las izquierdas políticas dañando más a las mujeres que beneficiándolas. De la doctrina social favorable a la mujer en su necesaria e innata capacidad de gozar de idénticos derechos al hombre se ha pasado a un feminismo virulento, secuestrado por una militancia pseudo-intelectual de nefastas consecuencias.

 Gabriele Kuby  influyente socióloga alemana, escritora y conferencista Afirma: “Después de 150 años de feminismo -que fue un movimiento social importante y necesario porque las mujeres no tenían los mismos derechos- el movimiento se ha radicalizado y hoy en la sociedad occidental estamos en una lucha de poder de las mujeres sobre los hombres. Los hombres son discriminados y son los hombres quienes están siendo desfavorecidos. Por ejemplo, en el sistema educativo alemán, las mujeres y las niñas son las ganadoras, mientras que los niños cada vez son más desestimados. Las mujeres son privilegiadas en la adquisición de trabajo por cuotas y las mujeres son privilegiadas en pleitos de divorcio. Detrás de todo esto está la queja constante por parte de las organizaciones feministas diciendo que los hombres son básicamente los violadores agresivos y las mujeres son las víctimas.”

El feminismo radical no busca la igualdad o equidad entre los sexos, sino una confrontación lo más exacerbada posible. El método es atacar la familia de todas las formas posibles. La base intelectual de esta ideología es el marxismo más antiguo.

Para Marx toda la historia es una lucha de clases, de opresor contra oprimido; es una batalla que sólo podrá resolverse cuando los oprimidos se percaten de su situación, se alcen en revolución e impongan una dictadura de los oprimidos. En su visión de futuro creía que la sociedad debía ser totalmente reconstruida para emerger una sociedad sin clases, libre de conflictos, que aseguraría para todos una paz y una prosperidad plenas, utópicas…

Engels relata la historia de la mujer y dice que la primera opresión se dio contra ella por el matrimonio, el hombre se hace propietario de la mujer. La liberación de la mujer pasa por la destrucción de la familia.

“Abolir a la familia” es una frase tomada del Manifiesto Comunista de Karl Marx y Frederick Engels. Hoy esta consigna se ha convertido en la principal agenda de la izquierda internacional en contubernio con el feminismo radical de género

 Cabe decir, que si fueron suficientes setenta años para desvelar la mentira económica y política del marxismo, es muy posible que dure menos este engaño renovado, pues la familia es mucho más fuerte que los problemas económicos, y el amor interpersonal entre hombre y mujer más poderoso que la separación entre amor y sexo.  

 

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