Los hijos muertos no se «reencarnan» en sus hermanos

Juan Julio Alfaya

Algunos padres creen que el dolor por un hijo fallecido puede compensarse mediante una especie de «reencarnación» de este en el siguiente hermano, de manera que bautizan al nuevo hijo con el nombre del hermano muerto o lo visten con sus mismas ropas. Un error lamentable que suele ser la causa de angustiosos problemas de identidad y graves trastornos mentales. Veamos tres ejemplos de personajes sobradamente conocidos.

Vincent van Gogh y su hermano muerto

Vincent van Gogh falleció a los 37 años por una herida de bala de revólver; aunque no se sabe con seguridad si fue un suicidio activo o pasivo, pues el suicidio puede tomar la forma de no cuidarse a sí mismo, no apartarse cuando llega el autobús, conducir el coche de manera temeraria, una sobredosis accidental de psicofármacos, comportamientos de alto riesgo o, en el caso de Van Gogh, jugar a dispararse con un revólver.

Van Gogh pintó unos 900 cuadros y realizó más de 1600 dibujos. «Viñedo rojo» fue el único cuadro que vendió en vida. Fue expuesto en Bruselas en enero de 1890. La obra fue adquirida por Anne Boch, la hermana de su amigo belga Eugène Boch, por 400 francos.

Vincent recibió el mismo nombre que le habían puesto a un hermano que nació muerto exactamente un año antes. Sobre su infancia, Vincent van Gogh comentó: «Mi juventud fue triste, fría y estéril».

En la tarde del 23 de diciembre de 1888, Van Gogh y Gauguin tuvieron un grave altercado. Gauguin en sus memorias señala que Van Gogh le amenazó y persiguió con una navaja y que por la noche el holandés se automutiló el lóbulo de la oreja izquierda (no la oreja completa). A continuación, Van Gogh habría envuelto el lóbulo en un paño y se habría dirigido a un burdel de Arlés, donde presentó este «regalo» a una prostituta llamada Rachel. Posteriormente regresó a la «casa amarilla». A la mañana siguiente la policía lo encontró inconsciente, y fue trasladado al hospital Hôtel-Dieu de Arlés.

Los últimos años de Van Gogh estuvieron marcados por sus permanentes problemas psiquiátricos, que lo llevaron a ser recluido en sanatorios mentales de forma voluntaria hasta su muerte.

Salvador Dalí y su hermano muerto

Salvador Dalí dijo: «La única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco«. El hermano del pintor Salvador Dalí también se llamaba Salvador. Murió en 1903 a los tres años de edad, producto de una infección estomacal o una meningitis, no se sabe bien. Sus padres se encontraban devastados por la pérdida de su primogénito. Al año siguiente nació el «segundo» Salvador Dalí quien fue bautizado con el nombre de su hermano muerto y del padre de ambos.

Tanto el pintor como su hermano recibieron el nombre Salvador por su padre, Salvador Dalí i Cusí, abogado de clase media y notario. Sin embargo, Dalí comentó muchos años después que sus padres solían llevarlo regularmente a visitar la tumba de su hermano y esto le causaba una impresión tremenda al ver una tumba con su propio nombre. «Durante toda mi niñez y juventud viví con la idea de que era parte de mi hermano mayor. Es decir, en mi cuerpo y alma llevaba el cadáver adherido de este hermano muerto porque mis padres hablaban constantemente del otro Salvador«, afirmó el pintor.

«Yo nací doble, con un hermano de más, que tuve que matar para ocupar mi propio lugar, para obtener mi propio derecho a la muerte […] Todas las excentricidades que he cometido, todas las incoherentes exhibiciones proceden de la trágica obsesión de mi vida. Siempre quise probarme que yo existía y que no era mi hermano muerto«, dijo Dalí.

Rainer Maria Rilke y su hermana muerta

Rainer Maria Rilke (1875-1926) es considerado uno de los poetas más importantes en alemán y de la literatura universal. Era el poeta preferido de Karol Wojtyla, futuro Papa Juan Pablo II, que a sus 19 años escribió estos versos a su madre fallecida:

«Sobre tu blanca tumba
florecen las flores blancas de la vida.
Oh, cuántos años han desaparecido ya
sin ti – ¿cuántos años?
Sobre tu tumba blanca
cerrada desde hace años
algo parece levantarse:
inexplicable como la muerte.
Sobre tu tumba blanca,
Madre, amor mío apagado,
desde mi amor filial
una oración:
Dale a ella el eterno reposo».

Los padres de Rilke se separaron en 1884. La relación entre la madre y su único hijo fue problemática, ya que Sophie no había podido superar la temprana muerte de su primogénita y obligó a René (en francés, ‘Renacido‘) a vestirse de niña hasta que cumplió cinco años.

Obligado por su padre, René ingresó en 1886 en la Escuela militar secundaria de Sankt Pölten, que calificará más tarde de «abecedario de horrores», pero la abandonó por problemas de salud en 1891. Entonces, Rilke cambió su primer nombre de René a Rainer, tal vez para escapar a su destino de «renacido» o «reencarnado«.

En Múnich, en 1897, Rainer Maria Rilke conoció a Lou Andreas-Salomé (1861-1937), el amor imposible de Friedrich Nietzsche, casada y catorce años mayor que él, con la que sostuvo un apasionado romance que duraría hasta 1899. Lou Andreas-Salomé se inició en el psicoanálisis con Sigmund Freud, quien nunca cedió ante al magnetismo y la belleza de su alumna, amante de importantes artistas y escritores, hombres y mujeres, menos Freud.

Rilke era bien consciente de sus problemas psicológicos, pero nunca se dejó psicoanalizar. Se cuenta que, cuando la escritora Lou Andreas-Salomé le recomendó que se psicoanalizara, el poeta rechazó la sugerencia confesando: «Temo que si me quitan mis demonios se puedan morir mis ángeles».

 

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