Realmente…¿importamos las personas?

 Carlos J. García

Reconozco no ser un seguidor puntual de los debates políticos a cualquier nivel, salvo aquellos que por mi ocupación me afectan directamente; ello tiene la consecuencia que el día a día se me escapa bastante, vamos que me entero poco y creo que, así, mejoré mi calidad de vida. Esto me pasa porque, quizás, ya soy un veterano de la vida. Con la política me ocurre lo mismo que cuando el médico, preocupado por mi salud, me pone a régimen: suelo comer solo para evitar golosas tentaciones. La política
ahora la miro de lejos y es porque está como mi régimen: con poco sabor. Los debates se han convertido en una mala discusión de partidos por el poder. Pero bueno, aún así algo me entero por las alarmas de mi móvil, además de por las consecuencias que toca padecer.

Pero a pesar de mi reciente costumbre, mi interés en la salud personal y de mi familia, y sobre todo porque corro el riesgo de ser excluido (ya hablaremos de ello en otra ocasión) y abandonado a mi suerte sanitaria, estoy siguiendo la información política diaria sobre este terrible virus y el confinamiento domiciliario, así cómo intentado intuir como recuperaremos el ritmo físico y psíquico para iniciar la nueva actividad social que alguien (no sé quien ha sido) ha decidido en bautizar como desescalada.

Escucho los debates en el Congreso de los Diputados y el de algunas autonomías, como el de Galicia, y les prometo que me están creando tristeza.

Resulta que el debate en los parlamentos que deberían de estar centrado en tomar medidas conducentes a la mitigación de los terribles efectos de esta pandemia, sobre todo sociales y económicos, se ha convertido en el chalaneo de partidos: te voto a favor, si me das… o de lo contrario, voto en contra; o centrado en otros factores diferentes al de la salud por la simple oportunidad política, es decir, no teniendo presentes a los que estamos ya casi dos meses en casa y muy preocupados por el futuro propio y de los hijos. Me he quedado sorprendido y triste. Nuestra seguridad sanitaria depende de que si la negociación política del dame-te doy arrima a buen puerto. Muy preocupado y preocupante, además de muy apesadumbrado por el poco respeto a quienes murieron por culpa de este maldito bicho.

Mi decisión de no seguir la política al día, la tomé por el enorme hastío que me producía; me enfadaba el poco nivel de Estado que descubría en los políticos y ahora, además me doy cuenta que tampoco lo tienen social. Confunden gente con ciudadanos. Les da igual 25 que 250; que llueva o no llueva. Parece que solo importa lo inmediato, el rédito político obtenido en cada momento. Una cosa parecida al “Banco de Favores” que explica Paulo Coelho en “El Zahir”. Lo más triste es que sucede en todos las escalas y además ha contagiado a la vida política local, familiar y social. Mal camino parece que estamos eligiendo en un momento de máxima gravedad en que en un plato de la balanza se pone el interés político y en el otro la salud de toda la sociedad. Entiendo que no se permita iniciar la recuperación de las personas por razones de prevención sanitaria, pro nunca por otros intereses. Vergonzoso.

Pero las cosas son así; y así las hemos ido haciendo al recorrer el camino y el resultado es que hemos marcado una distancia entre la clase política y los ciudadanos. Esperemos que lo llamado nueva normalidad, también afecte al acercamiento de los políticos (servidores públicos) a la ciudadanía (personas, miembros activos de un estado, titulares de derechos y obligaciones políticas) y ello sea lo cotidiano. Ojalá aprendamos.

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