Sabores ártabros-El otro Nautic, que está en La Graña

José Perales Garat

Hace no tanto os hablé del Náutic del Cantón, ese que regenta con soltura María y que sustituyó a ese entrañable bar La Marina en el que jugábamos a la pesete con clarete. Bueno, la cosa es que hay otro Nautic en La Graña al que fuimos el otro día por casualidad, o por decirlo de un modo poético “el viento del oeste dirigió nuestros pasos hacia el puerto”.

La cosa es que esa mañana, particularmente soleada y fría, decidimos visitar algún sitio de la comarca en familia… y se nos hizo tarde, por lo que decidimos acercarnos a Casa Trillo a tomar su excelente rajo y algo más, decisión que ya había tomado demasiada gente antes que nosotros, por lo que nos pasó como a la Sagrada Familia cuando llegó a Belén: nos quedamos en la calle.

El Nautic, el de La Graña, es un bonito edificio de piedra con una restauración cuidada y respetuosa, ejemplo de aprovechamiento del patrimonio, y con una terraza encima del mar, lo que ya le da puntos para dejarse caer a tomar alguno de sus extraordinarios whiskies o una caña. Sin embargo, los que tenemos hijos en edad de crecer, sabemos que esa opción ni se baraja cuando la manecilla del reloj rebasa las dos y media, especialmente cuando vuelves de un partido de baloncesto con su correspondiente desgaste calórico, por lo que decidimos preguntar si tenían mesa, a lo que ellos nos respondieron muy amablemente que, desgraciadamente, sólo podían ofrecernos la terraza: se ve que también mucha gente había decidido antes que nosotros visitar el local.

Nos acomodamos sin sacarnos el abrigo y, con el simpático camarero cubano que nos atendió, llegó la primera y grata sorpresa, anunciada con ese orgullo y satisfacción que sólo pueden demostrar el rey emérito y los que saben que van a hacer feliz a alguien: Tenemos caldo.
Cuando alguien sentencia un secreto tan extraordinario con tanta confianza, no puedes hacer otra cosa que comprobar si esa afirmación y esa seguridad son dignas de serlo, por lo que aceptamos que nos pusieran dos raciones para complementar unas parrochitas perfectamente fritas, una ensaladilla muy bien resuelta, un secreto ibérico sencillo y sabroso y unas croquetas de lacón con un empanado muy bien trabajado… y yo decidí rememorar tiempos más fáciles tomando chocos en salsa, ese plato que parecía que se estaba yendo y que, gracias a Dios, la depuración y a nuestros hosteleros, ha sido rescatado de tan injusto e inmerecido destino.

El veredicto no fue unánime, porque no todos en casa tenemos el mismo gusto, pero la nota final se vio claramente compensada por unos postres realmente ricos: tarta de queso al horno, tarta de queso fría y flan de café, además de un coulant blanco con helado de mandarina que alguien quiso pedir a pesar de la temperatura, que invitaba más a un chocolate caliente en el Avenida.

Y no os voy a decir mucho más que que os animo a pasaros por allí y decidiros entre sus entrantes, sus carnes y, sobre todo, sus pescados. El Náutic tiene más o menos todo para visitarlo un día especial, de esos en los que miras los precios de reojo aún sabiendo que al día siguiente vas a tener que hacer en casa arroz con cosas, y creo que la cosa se os tendría que dar muy mal para no querer quedaros en esa terraza encima del mar, escuchando el chapoteo de los botes en el agua, mientras las gaviotas sobrevuelan la entrada a la Ensenada de La Malata sobre un agua que, ahora sí, está limpia como un cristal gracias a un proceso de depuración que espero que nunca se acabe y siga permitiendo a nuestras aguas hacernos esos regalazos con los que los amantes de la buena mesa nos regalamos de vez en cuando.

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