La culpa fue de Hernán Cortés

Juan Cardona Comellas

De manera recurrente leemos que tal o cual político exige a España el perdón por los abusos cometidos durante la «conquista» del continente americano. En
esta ocasión y con motivo del segundo centenario de la independencia de México, es el propio presidente de ese gran pais: Andrés Manuel López Obrador es el que lo ha solicitado y mantiene desde hace un año el distanciamiento con España y con nuestro rey Felipe VI.

A este descendiente de españoles, directo por parte de madre (su abuelo materno fue el santanderino José Obrador Revuelta y su abuela materna era hija del español José Gonzalez Viñas) se le olvida su procedencia y arremete contra todo lo que huela a España.

Para situarnos históricamente hay que recordar que antes de la llegada de los españoles a esas tierras, México no existía como nación: El actual territorio estaba poblada por multitud de tribus (hasta trescientos dialectos). Muchos indigenistas actuales se consideran descendientes directos de los aztecas cuando realmente solamente estos dominaban parte de la meseta mexicana, sometiendo cruelmente a los pueblos que la habitaban. Dos siglos antes de la llegada de Cortés, realizaron la fundación de la capital azteca (Tenochtitlán) en el año 1325.

No vamos a juzgar su cultura o formas sociales, pero conviene destacar alguna de sus costumbres que fueron erradicadas de raíz por los terribles «conquistadores»; como era la consideración que tenían de las mujeres, tratadas como mercancía, y ofrecidas como «presentes» a reyezuelos y caciques. Montezuma disponía de más de mil vírgenes, que una vez «elegidas» por primera vez ya no podían casarse con otro hombre so pena de la masacre de su familia. Otra de las costumbres eliminadas, por los crueles españoles, fue la práctica de sacrificios humanos; con un ritual en el cual estando todavía vivo la víctima se le extraía el corazón y aun latiendo este se le ofrecía a su dios Huitzilopochtli. ¿Qué se hacía con el resto de cuerpo?: simplemente se lo comían plácidamente; una vez desmembrado se le ofrecía el muslo derecho al emperador o al que presidiese el acto. A estos sacrificios religiosos se le unía el de los de niños y niñas para que sus lágrimas augurasen lluvias benefactoras. Otro motivo de los sacrificios fue la de festejar algún gran acontecimiento: en 1487 en la inauguración de la Gran Pirámide fueron sacrificados infinidad de prisioneros de forma continuada desde la mañana a la puesta de sol durante cuatro días. Muchos autores cifran estos sacrificios rituales en un mínimo de veinte mil al año, otros aventuran cifras muy superiores. Es curioso que Diego Luis de Moctezuma, nieto del emperador Moctezuma, en su obra «Corona Mexicana o Historia de los nueve Moctezumas», sostiene que su abuelo «no solía comer carne humana y que solo “disfrutaba” de ella cuando se hacía un sacrificio»: menos mal que no era antropófago a diario.

Estos cultos descendientes de los aguerridos aztecas se quejan hoy, en gran parte con razón, de la destrucción por los conquistadores de monumentos y elementos culturales de los aztecas y omiten que estos, en el reinado de Itzcóatl, cien años antes, decidió terminar con la hegemonía de los tepanecas, además de destruir todos los códices y anales de los toltecas para que desde su reinado empezara a contar la “historia verdadera” de los mexicas (una memoria histórica al uso «zapaterosanchista»).

La derrota de los aztecas en 1521 a manos del cruel Hernán Cortés, quien al mando de quinientos hombres venció a un ejército de miles de aguerridos aztecas con Cuauhtémoc, sucesor de Moctezuma, al frente. ¿Solo españoles?, no habrá tenido que ver la incorporación a las filas de Cortés de tlaxcaltecas, texcocotecas, cholultecas, xochimilcatecas y otomíes que estaban ligeramente enfadados por ser durante siglos esclavizados, diezmados, sacrificados y ver como devoraban a sus niños; a esto al que hay que añadir el espíritu de revancha por la derrota sufrida un año antes en la «noche triste» en donde en los festejos de una victoria azteca, hubo un festín con los cadáveres de españoles y mexicanos aliados.

Se acusa a los españoles de llevar al nuevo mundo enfermedades desconocidas por los indios. Lo que el ínclito presidente López Obrador omite fue la creación de hospitales en su territorio como el fundado en 1521 por el propio Hernán Cortés y que estuvo financiado por sus descendientes hasta 1932 (Hospital de La Purísima Concepción y Jesús Nazareno). Solamente en vida del conquistador, se levantaron el Hospital San Lázaro (1524), el Hospital del Amor de Dios, el Hospital Real de Nuestra Señora de Belém (1527), o el Hospital de mujeres en Puebla (1535) y poco después el Real de Naturales.

Con respeto a la cultura siempre se ha ponderado el conocimiento que tenían de las matemáticas o la astronomía. El sistema de numeración azteca tiene base 20: Los números desde el 1 al 19 se representaban por puntos, y el resto por combinación figuras. La escritura era jeroglífica y nombres personales eran del tipo descriptivo. España a través de los franciscanos fundaron: La Escuela Franciscana en Texcoco (1523), dos años más tarde otra igual en la Capital (1525). La escuela trilingüe (náhuatl, latín y castellano) de «San José de Belén de los Naturales» con capacidad para mil niños o el Colegio «Imperial de la Santa Cruz de Santiago» de Tlatelolco en 1536. Siete años después de la muerte del conquistador se fundó Universidad de San Pablo en la capital mexicana (1551).

No hay que olvidarse de sus vecinos los Mayas, culturalmente más desarrollados para su época; pero hay que tener en cuenta que el apogeo de su civilización se sitúa en el año 900, seis siglos antes de la llegada de Hernán Cortés a cuya vida se circunscribe los datos anteriores.

El presidente mexicano, cuya procedencia confesada es autóctona, africana y española se olvida del mestizaje y del trato de «súbditos» que la Corona concedió a todos habitantes del Nuevo Mundo con el reconocimiento de los matrimonios mixtos desde 1514 (En Estados Unidos, el país de la libertad, no se autorizaron estos matrimonios en todos los estados hasta 1967).

Un caso palmario de mezcla de sangre es el del Duque de Ahumada, fundador de la Guardia Civil, nieto de Jerónimo Girón Moctezuma II y Ahumada. Entre
los millones de casos de mestizaje otro ejemplo: Un hijo de Hernán Cortés, de los once que tuvo, fue Martín Cortés Malintzin, miembro de la Orden de Santiago, nacido en 1523 de la relación de Cortés con La Malinche. El  conquistador tuvo descendencia castellana, criolla y mestiza.

No sé cuál sería el presente de la población mexicana si España no hubiese colonizado ese precioso país. Puede que hubiesen evolucionado superando a los de otras latitudes, pero por comparación con la gran y avanzada democracia USA, tan solo cabe una pregunta: ¿Dónde están los descendientes de la población autóctona después de la constitución de las «Trece Colonias» y de los «Padres Peregrinos» llegado a bordo del Mayflower?

La respuesta en el aire… ¡Reflexiona, presidente! ¡Qué ha pasado en estos últimos 200 años de independencia mexicana…!

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3 comentarios

  1. Buenisimo . Me encanto el articulo .Que pena que no se pueda difundir a nivel Nacional. Enhorabuena

  2. ¡INSUPERABLE!
    ÁDEMAS DE LA EXAUSTIVA DOCUMENTACION QUE TE TRASLADA A LAS SUCESIVAS
    EPOCAS.EL RELATO ES MUY BELLO.
    Creo que es de lo mejor que has escrito
    ¡¡ENHORABUENA!!

  3. Juanelo como siempre excelente un abrazo.