Hamburguesas

José Perales Garat

¿No os pasa que en Cuaresma os apetece más comer carne que el resto del año? Bueno, pues a mí sí, máxime cuando la carne está empezando a recuperar un cierto protagonismo pese a la enconada campaña de los insectívoros para que nos pasemos al gorgojo, el gusano y a la cucaracha, o gracias a ello, quién
sabe.

Los tan cacareados nuevos hábitos de consumo nos han traído una inesperada sorpresa a esa generación a caballo entre los babyboomers y los milennials que ya nos criamos desde nuestra más tierna infancia con las primeras hamburgueserías, como lo fue Sailor ́s en el caso de Ferrol. Lo de Galicia era visto, claro:
con nuestros panes, con nuestra carne, con nuestros quesos tiernos, nuestra lechuga, nuestra dulce y crujiente cebolla e incluso con esos tomates autóctonos que se expanden como la antigua Unión Soviética y exhibiendo el mismo color, la cosa tenía que caer por su propio peso. Y cayó.

A bote pronto, y sin orden ni concierto, se me vienen a la cabeza el Blablá, el Eder, el Conxeito, el Zahara o el Vanessa, brillantes estrellas de un universo que se expande sin parar al amparo de denominaciones de origen, indicaciones geográficas y otros tesoros agropecuarios de nuestra tierra; hasta29 he encontrado en una búsqueda rápida en internet, y echo de menos algunas que van cogiendo fama poco a poco como la del Ankha -cuya tortilla ha sido seleccionada por el portal lomejordelagastronomia.com para el Campeonato de España de Tortilla de Patatas, por lo que felicito al maestro Samu Curbeira- y otras mucho más anónimas que van apareciendo en toda la comarca, como esas divertidas apuestas brasileñas de La burguer famosa de la que os hablé hace poco.

Con las hamburguesas está pasando un poco como con las pizzas o la pasta: una vez las hemos asumido como nuestras y han entrado en nuestras casas, no tiene ningún sentido relacionarlas más que en su origen con esos bocados que los estibadores alemanes de Chicago se metían entre pecho y espalda para matar el hambre. Me explico: cuando Burger King y McDonalds se disputaban de forma duopólica la hegemonía de la comida rápida, no supieron ver que Foster ́s Hollywood, Tony Roman ́s, Hard Rock Hooters les iban a robar gran parte del pastel, como éstos no imaginaron la llegada de innumerables locales especializados o la irrupción de grandes chefs como Lucía Freitas, que acaba de quedar tercera en el campeonato de España del tema, el Best Burguer Spain con su Galicia Japan Burguer. Cosas veredes,
amigo Sancho.

Los nuevos hábitos de consumo, vuelvo al principio, siempre han sido transformadores, y llegan de la mano de jóvenes maduros que entienden a la perfección que hay una generación más que dispuesta a pagar un precio en el entorno de los diez euros por comerse una hamburguesa o un bocadillo en un local cuidado y en absoluto relacionado con la llamada comida rápida o comida basura: comprar un buey o una vaca vieja de primera, madurar la carne y mezclarla en el picado con tocinos ibéricos o de calidades similares, elaborar tus propias brioches o utilizar pan gallego y otros ingredientes locales, como esa que tomé hace años en un food-truck de Andarubel que era algo así como hamburguesa de vaca rubia vieja con panceta de porco celta, queso de San Simón y una emulsión de pimientos del Couto y que todavía hoy en día me hace rememorar esa noche como uno de los principales eventos gastronómicos de aquel año.

Y es que ya ni siquiera las cadenas americanas de comida rápida se han descolgado de estas delicatessen, y por eso los que tenemos niños a nuestro cargo, cuidado y sufrimiento diario, agradecemos estas nuevas modas, de las que seguro saldrán muchas cosas buenas, como pasó cuando los romanos trajeron los
garbanzos a Galicia y los druidas les decían a los niños que no comieran esas porquerías que jamás iban a tener cabida entre los ártabros de bien.

Y ya con esto me despido, pero os prometo que otro día escribiré de los garbanzos.

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