Batas blancas: manipulaciones y mentiras

Federico Quevedo-(El confidencial)- DOS PALABRAS

Desde hace varias semanas, el personal sanitario del Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid está en huelga y movilización contra el Gobierno regional. Primero fue por el asunto del Hospital de la Princesa, ya resuelto porque el consejero de Sanidad pactó una solución que aparentemente ha satisfecho a todas las partes. Ahora la razón es otra, de mucho mayor calado, y profunda y miserablemente injusta, ya que se acusa directamente al Gobierno regional de querer privatizar la Sanidad pública madrileña. El asunto, obviamente, ha traspasado la barrera de lo estrictamente laboral para convertirse en un arma política de considerables proporciones en manos de la izquierda contra el PP. Se utilizan las redes sociales como vehículo de comunicación de un sentimiento de protección de lo público que nace de una mentira sin tapujos, de una falsedad sin precedentes, de una manipulación vil y miserable de la verdad.

Miren, si se tratara solo de un debate político, incluso de una sana discrepancia sobre el modelo de financiación del sistema público de salud -que en estos momentos acumula enormes problemas por razones que todos somos perfectamente capaces de comprender-, esto no tendría mayor repercusión y formaría parte de lo normal en una democracia. Yo mismo puedo tener mis dudas sobre si realmente la gestión privada de un servicio público garantiza unos mayores niveles de rentabilidad, racionalidad, eficiencia y ahorro en el gasto sin que eso suponga merma alguna en la calidad y la cantidad del servicio que se presta al ciudadano. He pedido los datos y confío en que me los faciliten y compartirlos con ustedes.

Alma vengativa de la izquierda

Pero no es ese el debate, ni son esos los términos. En el alma vengativa de la izquierda siempre hay un lugar para buscar un arma que utilizar contra la derecha por la osadía de ésta última de quitarles el poder, y lo que hoy ocurre con la Sanidad Pública madrileña me recuerda sospechosamente a la misma estrategia que utilizó la izquierda contra el Gobierno de Aznar, primero con el Prestige, y después con la Guerra de Iraq, con los mismos elementos de manipulación y mentira que sirvieron entonces para magnificar las consecuencias del accidente del petrolero, en el primer caso, y para convencer a la opinión pública de que España había participado en una guerra a la que, curiosamente, no envió ni un solo soldado en el segundo.

Y en ese empeño feroz por conseguir hundir a la derecha todo vale para la izquierda, incluida la utilización vil de los pacientes a los que se atemoriza con mentiras en unos casos y amenazas en otros, y la defensa de los privilegios de una clase funcionarial que trabaja con unas condiciones que son la envidia de la inmensa mayoría de los asalariados de este país, y ya no digamos de los parados.

Defensa de los privilegios de unos pocos

Porque de esto es de lo que se trata y en esto consiste la huelga y la movilización: la defensa de los privilegios de unos pocos a costa de los cuales se magnifica una decisión del Gobierno de la que existen precedentes en la propia Comunidad y en otras como la andaluza, la catalana o la valenciana, para hacer creer a la ciudadanía que el PP quiere acabar con la Sanidad Pública. La izquierda defendiendo privilegios y prebendas de clase en un país en el que la gente se suicida porque les desahucian de sus viviendas. Seguro que ninguno de esos que se tiran por las ventanas trabaja en la sanidad pública madrileña. Los que sí trabajan en la sanidad pública madrileña son los mismos que desde hace varios días se niegan a firmar altas en los hospitales en un intento diabólico por preconstituir la prueba de que falla la sanidad por los recortes, cuando lo que está haciendo fallar la sanidad es ‘su’ huelga y su negativa a atender a los pacientes a los que no se da el alta aunque ya estén sanos y deseando irse a su casa para, de esa manera, colapsar las urgencias, cuyos pacientes no pueden subir a planta porque las camas que les corresponden están ocupadas por pacientes sanos.

Si de verdad esta fuera una huelga y una movilización por el modelo de gestión de los hospitales públicos, que en cualquier caso no afecta a los de referencia como el Doce de Octubre, el Ramón y Cajal, la Paz, el Gregorio Marañón… si de verdad fuera por eso, ¿por qué no salieron a la calle, por qué no hicieron huelga cuando hace años se aplicó ese modelo en los hospitales de Móstoles, Valdemoro y Torrejón?

Lejos de eso, entonces los médicos apoyaron el modelo en coherencia con su propia visión de la sanidad ya que la mayoría de ellos trabaja por las tardes en el sector privado. Lo que no es coherente es salir a las calles con las batas blancas a defender un modelo de gestión deficitario por las mañanas y, al mismo tiempo, incrementar sus nóminas por las tardes con el modelo eficiente y ahorrador del sector privado.

Pero la ética de esta clase privilegiada se define a sí misma defendiendo un modelo que paga horas extraordinarias a su personal -30 millones de euros le cuesta ese capítulo al año a la sanidad madrileña, dinero que ahora el Gobierno quiere aplicar en la contratación de nuevo personal por las tardes- al tiempo que le permiten compatibilizar su dedicación cono prestigioso jefe de servicio en un hospital publico con unas horitas en la consulta privada. Lo verdaderamente indecente e inmoral es montar toda esta movilización porque se les quitan los privilegios de clase, y lo verdaderamente vil y miserable es asustar a los ciudadanos cuando van a la consulta diciéndoles que la próxima vez les tendrán que cobrar, o utilizar las sabanas de los hospitales -4,65 euros cada una- para amedrentar a las personas mayores con que ya no les van a atender porque no son rentables. Lo verdaderamente despreciable es que te amenacen con que no te atienden si antes no pasas por la mesa de firmas contra el Gobierno regional que quiere privatizar la Sanidad. Esta es una huelga de intereses, en la que la izquierda ha encontrado un filón contra el Gobierno del PP, y ya va siendo hora de que alguien lo destape y cuente la verdad. Yo, al menos, lo intento.

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