Entre fantasmas:Artur Mas, sobresueldos y Amy Martin

1.- La declaración unilateral de soberanía aprobada por el Parlamento catalán es una fantasmada. Grave, sí, pero fantasmada al fin y al cabo. Desde un punto de vista legal, no tiene consecuencia alguna, más allá de la satisfacción que pueda producirle a una parte de la sociedad catalana y a otra parte de los parlamentarios que la aprobaron –no a la totalidad, como luego veremos-, por lo que su recorrido real empezó y acabó el mismo día. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, convocó unas elecciones sobre la base de conseguir con ellas una mayoría lo suficientemente amplia y cualificada como para poder exigir en Madrid atención a su propuesta soberanista. La realidad, sin embargo, es que las elecciones le castigaron con una pérdida de doce escaños que ha impedido la segunda condición indispensable para poder llevar adelante su desafío: no tiene escaños suficientes ni siquiera para poder cambiar el título primero del Estatuto de Autonomía y desgajar a Cataluña de España por la vía de los hechos. Necesita 90 escaños, y se queda en 85, y está por ver si, llegado ese momento, los sumaría también.

Porque ésta es la segunda parte del asunto: su hoja de ruta está provocando un cisma dentro de la coalición que durante décadas ha dado nombre a CiU y, aunque el primer choque violento se ha saldado en tablas, no parece que vaya a ser el último. La razón es muy simple: Unió no está por la labor de una independencia total de Cataluña de España y, aunque en términos de votos los seguidores de Durán suman pocos, sin embargo son esas siglas bajo las cuales se cobijan la mayor parte de la burguesía y el empresariado catalán. Mas está conduciendo a Cataluña a un escenario endiablado, y sólo la naturaleza prudente de un Mariano Rajoy dispuesto a hacer concesiones, cuando la única salida de Mas es irse a su casa, puede hacer que esto acabe en un acuerdo que satisfaga más o menos a todas las partes. Hasta ese momento, Artur Mas seguirá con sus proclamas y sus fantasmadas mientras la Cataluña real se despelleja con la crisis y los ajustes.

2.- Hace ya más de una semana que el diario El Mundo nos sorprendió con la noticia de que el extesorero del PP, Luis Bárcenas, repartía sobres con dinero entre distintos dirigentes de su partido con cantidades que iban desde los 5.000 hasta los 15.000 euros en función del cargo. Pues bien, una semana después seguimos sin tener la más mínima prueba de que esa afirmación, que ha puesto en tela de juicio la honorabilidad de un partido político -y miren que ya los partidos políticos se han hecho en general bastante daño a sí mismos sin necesidad de ayuda de nadie-, es cierta. En esto de la corrupción es tan importante lo que se cuenta como que lo que se cuenta sea verdad; o, al menos, que haya alguna evidencia de que lo es.

Y en este caso da la impresión de que, una vez descubierto el origen de la filtración, que no era el entorno de Bárcenas sino el de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre -sí, ya sé, me pitan los oídos desde que lo conté el sábado pasado, sobre todo por las mañanas, que es cuando el locutor Federico Jiménez Losdiablos me considera insignificante pero dedica espacios enteros a llamarme de todo, menos bonito-, todo apunta a la obsesión de algunos por cargarse a Rajoy. Yo no digo que no existan los sobresueldos, digo que no sé si existen y que, hasta ahora, nadie ha demostrado su existencia. Y en un país en el que la corrupción ya de por sí es un problema muy serio, el que los medios de comunicación contribuyan al emponzoñamiento general no es precisamente la mejor de las soluciones. Tirar la piedra y esconder la mano es una actitud cobarde que define a quienes la ponen en práctica, aunque viniendo de la ausencia de ética de algunos directores de periódicos tampoco me sorprende.

3.- Yo conozco a Carlos Mulas. A él y a su mujer, Irene Zoe Alameda. He compartido tertulias televisivas con los dos. De ella tengo menos elementos de juicio, pero de Carlos Mulas, la verdad, me esperaba otra cosa, no voy a engañarles. De las muchas veces que hemos coincidido y charlado sobre los temas de actualidad, me había formado la imagen de un hombre decente, con un discurso muy sólido, intelectualmente preparado, capaz de atender a las reflexiones de los demás y de interiorizarlas si le convencían, nada sectario y bastante abierto al diálogo y al consenso.

Cuando aparecieron las primeras informaciones sobre el caso Amy Martin no podía salir de mi asombro. Desconozco, desde luego, cual es la razón de fondo de lo ocurrido: si se trata de una cuestión de codicia, de un conflicto matrimonial, o si realmente su pareja se creyó un personaje de novela, lo cual me preocuparía mucho más.

El PSOE ha reaccionado rápido y con contundencia, aunque debo decir que me sorprende que a Jesús Caldera no le llamara la atención el hecho de que una periodista americana cobrara 3.000 euros por cada artículo, y eso debería explicarlo sin lugar a dudas. Como debería explicar también el actual PSOE y el anterior Gobierno el trato de favor concedido a la ¿pareja? de Carlos Mulas y a él mismo. Pero lo que me preocupa de verdad es saber cuant@s Amy Martin pululan por las distintas fundaciones de los partidos políticos españoles. El caso, no siendo de una gran magnitud, nos enfrenta a la necesidad de replantearnos la existencia misma de estas organizaciones paralelas de los partidos, subvencionadas con nuestros impuestos y absolutamente ajenas a cualquier clase de control.

Alguien decía el otro día en Twitter que este país necesita que se le resetee. Pues sí, la verdad, a lo mejor hace falta apagarlo y volver a encenderlo a ver si así conseguimos que funcione.

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