Ciudadano Kane contra Rajoy y la muerte política de Aznar

Federico QuevedoFederico Quevedo-(el confidencial)

Unos días después de que desde el juzgado de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional se filtrara a los medios de comunicación el último informe de la UDEF sobre los pagos de la Gürtel al marido de la ministra de Sanidad, Ana Mato, el director del diario El Mundo llamó por teléfono a la titular del ministerio, que se encontraba en su despacho con personas de su confianza, conminándola a dimitir. El tono de la conversación fue especialmente agrio por parte del director del periódico -que a estas alturas sigue actuando como si este país fuera el Nueva York del primer tercio del siglo XX y él un Ciudadano Kane obsesionado por controlar y dirigir al poder-, y siempre en el sentido de exigir la dimisión a Mato.

En un momento de la conversación, con un timbre de voz muy elevado, nuestro Ciudadano Kane llegó a preguntarle que cómo era posible que no se hubiera enterado de lo que hacía su marido. Fue entonces cuando, en un tono muy correcto, la titular de Sanidad vino a decirle algo tipo: “Pedro, ¿tu mujer sabía lo que hacías cuando estabas con aquella con la que te grabaron haciendo cosas que no voy a repetir?”. La frase no es literal, pero pueden imaginarse el momento de cólera del director, que juró acabar con la carrera política de Mato. Cuento esto porque el relato de todo lo que está pasando sólo tiene sentido desde la perspectiva nauseabunda, y perdonen que insista, nauseabunda, de una auténtica conjura político-mediática destinada a llevarse por delante a Mariano Rajoy, cueste lo que cueste.

Y eso tiene mucho que ver también con la disposición absolutamente firme, al menos por ahora, de Rajoy de no dejar caer a su ministra. Si algo ha demostrado el presidente durante todo este tiempo es que nunca se ha dejado influir ni manipular por nadie, y que ha tomado todas sus decisiones de manera independiente. Tanto que, permítanme un inciso en la historia, en abril del año pasado tomó la decisión, prácticamente ignorada por todo el mundo, de acabar con los beneficios tributarios de las grandes empresas, entre ellas medios de comunicación aparentemente muy poderosos, y obligarlas a tributar por el 30% de Sociedades, cosa que hasta entonces no hacían. La medida ha permitido al Gobierno recaudar este año por ese concepto 4.800 millones de euros más, además de sumar a las grandes compañías y ciertos periódicos a la lista de cabreados por sus políticas.

Independencia ante los lobbies de poder

Esta es la razón de fondo por la que Rajoy se ha convertido en la diana de una serie de intereses que confluyen desde distintas posiciones y procedencias políticas para manifestarle un odio casi tribal: su independencia de criterio y su independencia ante los lobbies de poder. No descubro nada si digo que, hoy, este es un país angustiado por el clima de corrupción pero, ¿nos hemos detenido a pensar de verdad en lo que está ocurriendo? Porque llevamos semanas dedicados a hablar a todas horas de -no sé cómo llamarlo, porque desde mi punto de vista no son informaciones- supuestas noticias que vinculan al Partido Popular con el cobro de sobresueldos sin que nadie haya visto una sola prueba realmente cierta y, sin embargo, se ha dado por hecho que esa corrupción existía, que implicaba directamente a la actual cúpula del Partido Popular.

Y la pregunta es, ¿quién o quiénes, además de Luis Bárcenas, podrían estar interesados en que eso fuera así? Lo curioso del asunto es que todo ese montaje, que claramente se ha dirigido contra Rajoy, ha querido tapar la verdadera fuente de escándalo; es decir, ¿qué pasó durante todos los años anteriores a Rajoy y en los que Bárcenas acumuló una fortuna que, se acabará descubriendo, superior a esos 22 millones de euros en cuentas en Suiza? ¿Y quiénes sabían lo que estaba pasando? Quizás los mismos que introdujeron a Correa y compañía en el aparato del PP y les dieron carta blanca para actuar a su antojo, y que incluso los aceptaron como unos más de aquella casta invitándolos a bodas, bautizos y comuniones. Se quiere desviar la atención de ese hecho, pero es evidente que ahí están las respuestas a muchas preguntas.

Y Rajoy lo sabe. Vaya si lo sabe. Y maneja sus tiempos, a su manera, pero es plenamente consciente de que la única salida de todo esto pasa por cerrar el capítulo de la transición en el PP y en el país. Quedan por delante tres años de esta legislatura, y Mariano Rajoy los va a agotar hasta el último día. Y va a ser una legislatura de grandes cambios. Ya lo ha empezado siendo en este ejercicio, aunque todavía muchos de esos cambios tardarán en empezarse a notar. Serán cambios globales, unos, y particulares, otros. Unos afectarán al país, otros al propio partido de Rajoy. El presidente del Gobierno tiene claro que la transición en el PP no ha terminado, y que sólo podrá acabar con todo ese clima de corrupción que afecta a su partido dando un carpetazo público a una etapa, los años en que gobernó el PP desde 1989 hasta 2008, aunque eso signifique escribir el obituario político de José María Aznar y de los que entonces le acompañaron.

El Gobierno ya trabaja en la abdicación del Rey

Matar al padre. Sí, fría y calculadamente, como le gusta hacer las cosas al hoy líder del PP. Y digo que esta va a ser una legislatura de cambios, de cambios profundos, porque a fuerza de los hechos, Rajoy ha debido llegar a la conclusión de que para acabar con esa desafección que los ciudadanos tienen hacia su clase dirigente por culpa, en mayor medida, de la corrupción, hay que llevar al país por la senda de una serie de transformaciones que se van a ir dando poco a poco.

Obviamente, el líder del PP no puede actuar en todos los casos de la misma manera, pero en el Gobierno ya se tiene una plena conciencia de que esta legislatura va a ser en la que se produzca la abdicación de Don Juan Carlos a favor de su hijo Felipe. Sin ruidos ni alharacas, el Gobierno ya está trabajando en esa dirección y colaborando con el príncipe heredero en todos aquellos cambios que tienen que producirse una vez que el Rey haya limpiado la institución, lo que implicará dejar al descubierto su propia desnudez, para entregársela sin mácula a su hijo.

Y en ese camino de los cambios, veremos también como este Gobierno se aplica en la búsqueda de un escenario territorial que acabe por contentar a todos, aunque eso signifique alguna clase de reforma del Título VIII de la Constitución para que se imponga un modelo que colme las aspiraciones financieras de Cataluña. El problema es que todo eso preocupa a cierta gente, gente que no parece dispuesta a ver como el país cambia sin ellos obtener nada a cambio, y de ahí, y solo de ahí, puede comprenderse buena parte de lo que ahora mismo estamos viviendo.

 

 

 

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