Lampedusa en Oviedo

Antonio M. CarmonaAntonio Miguel Carmona-(director diario progresista)

La inmensa fuerza de los socialistas deseando participar en una nueva etapa de nuestro partido es ya una olla a presión cuyo final no puede esperar. Es tiempo de abrir paso definitivamente a una nueva etapa y que aquellos que desean que todo siga igual no sean los que lideren el cambio nuevo que se avecina.

Giuseppe Tomasi de Lampedusa nació en Palermo y escribió una única novela: «El gatopardo». Una obra en la que relata la revolución que llevó a la unificación de Italia. Relato que es más conocido, por cierto, porque narra el cinismo de los partidarios del Antiguo Régimen adhiriéndose al nuevo sistema con la intención de que todo siguiera igual que antes.

De tanto dar vueltas a la mismos argumentos, antes y después de Oviedo, vamos a acabar desgastándolos. La conferencia de los socialistas españoles en la capital asturiana ha mostrado una vez más las ganas de cambio por parte de todos y cada uno de los militantes.

¿Primarias abiertas?, ¿en todas las administraciones?, ¿voto de los militantes a secretario general? El retraso en tomar decisiones sólo obedece a la estrategia de ganar tiempo mientras afiliados, simpatizantes y votantes se desesperan mirando las encuestas.

El aristócrata, Fabrizio Corbera, príncipe italiano en la obra de Lampedusa, renunció a los cargos que le ofrecieron los nuevos dirigentes de la revolución victoriosa. Supo dar un paso atrás y dejar que con mimbres nuevos se construyeran nuevos cestos. “Su orgullo era más fuerte que su miseria”, le reconoce el autor al personaje.

Quizás algunos dirigentes socialistas, como Fabrizio Corbera, están deseando dar un paso atrás y permitir celebrar cuanto antes primarias abiertas, devolver el partido socialista a los militantes y a los simpatizantes, sustituir a los que están por los que vienen.

Sin embargo abundan los Tancredi Falconeri, sobrino de don Fabrizio, capaz de adherirse a las tropas de Garibaldi y, a pesar de pertenecer al Antiguo Régimen, pretender participar, liderar, estar en el nuevo sistema triunfante en la Italia revolucionaria.

Al igual que Tancredi Falconeri, muchos están dispuestos a que las cosas cambien para que todo siga igual. A darle vueltas y vueltas y vueltas… a los cambios que merecen un impulso para que los militantes pasen de ser meros pagadores de cuotas a vivir una vida orgánica plena de actividad y participación.

Hay tanto Tancredi como miedo abunda. Pánico a perder una posición ganada que garantiza la supervivencia. Es hora de que los liderazgos se sustenten en el respaldo de millones de ciudadanos votando en primarias abiertas, en vez de en acuerdos de ejecutiva.

Luchino Visconti y Burt Lancaster llevaron la obra del Príncipe de Lampedusa (versión larga) a las salas de cine para el deleite de toda una generación. Quizás porque Visconti también fuera aristócrata, su incursión por un neorrealismo más próximo al cambio, le hizo valorar la necesidad de dejar pasar.

Aquellos que piensan que es necesario que todo cambie para que todo siga igual, no se dan cuenta que para muchos otros el orgullo es más fuerte que la miseria.

 

 

 

 

 

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