«Por la Patria hay que darlo todo, hasta la familia» (Verónica Marqueta, capitán de Infantería de Marina)

veronica marqueta(EC)-Verónica Marqueta Vázquez (Madrid, 1978) fue la primera oficial de carrera de la Infantería de Marina española y este año, cuando se cumplen 25 años de la incorporación de las féminas al Ejército español, es una de las 15.300 mujeres que engrosan las Fuerzas Armadas. Ingresó en la Armada en 1999, formó parte de la compañía de Inteligencia del Tercio de la Armada (Tear) y es miembro del gabinete del jefe del Estado Mayor. En 2008 recibió el «I Premio Soldado Idoia Rodríguez,» que recuerda a la primera española muerta en misión internacional. Su reto, “servir a España dando cada día lo mejor” de sí misma. Hoy celebra el Día de las Fuerzas Armadas.

Capitán, ¿qué le llevó a cambiar el piano por las armas?

No lo dejé, siempre he hecho muchas cosas en paralelo, y el piano lo he practicado desde pequeñita, pero elegí respecto a mi vocación por lo que realmente me llamaba.

Con su padre vivió el espíritu castrense desde la cuna. Igual que su hermano, pero él no siguió la carrera de la milicia.

Pues no. Es que a mí me gustaba la manera de plantear la vida que tenían los militares. Yo estudiaba mucho, me ha gustado siempre sacrificarme por las cosas que realmente lo valen, y nunca me ha atraído lo fácil; siempre me he puesto retos y veía que todos ellos tenían objetivos verdaderamente importantes, que trabajaban con personas y que la responsabilidad era lo que merecía la pena. Además tenían valores como el compañerismo, que no es habitual encontrar en otros sitios. Sentí que era formar parte de otra gran familia.

¿Qué significó ser la primera oficial de carrera de la Armada?

Un reto. Tenía muy claro que había peleado mucho, había estudiado mucho, estuve tres años preparando una oposición, entrenando todos los días y dije ¿por qué no?

¿Y por qué la marina con su padre en Tierra?

Pero es Infantería de Marina. Nací el día del Carmen, nuestra Patrona ¡y por algún lado tenía que tirar todo! (Se ríe) Me gusta la Infantería de Marina porque es muy variada, muy completa y me aporta lo mejor de cada cosa. Es un cuerpo realmente bonito.

Escuchándola da la impresión de que el suyo fue un camino de rosas… No me lo creo.

Tuve que pasar las mismas pruebas físicas que los hombres porque la baremación era igual. Pero yo no había recibido una educación deportiva como la suya, así que durante mis años de estudio metí la educación física y el deporte como un hábito más. Y sí, fue duro, pero estudiar también lo es. Y claro que no fue todo un camino de rosas, pero hay que quedarse con lo mejor de todo. Aprendí mucho y me hicieron madurar rápido.

La fuerza está en la cabeza

Cuando al general Faura le pregunté hace años por la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas me dijo rotundo: «la fuerza está en la cabeza».

Yo siempre lo he dicho.

Pero usted añade que la igualdad está dentro de cada una.

Porque nunca me he sentido diferente. Desde el día que entré me sentí uno más y eso fue haciendo que mis compañeros me aceptaran tal y como era. Si haces el trabajo como lo tienes que hacer ¿por qué te van a tratar de otro modo? Y si tú misma te metes en la cabeza que ese es el camino, nadie te va a llevar la contraria en ese sentido. Yo siempre llevé mi propia mochila con todo lo que tenía que llevar dentro.

Las pioneras como usted ni siquiera tenían un lugar propio para cambiarse.

Pero no hay que mirarlo de un modo escandaloso. Solo hay que tener cuidado y ya está, y cuidado puedo tenerlo yo también, no solo ellos. Convivía así y nunca tuve ningún contratiempo. El único problema es que tienes que dejar hecho un trabajo al final del día y no puedes crear más obstáculos de los que ya existen.

El liderazgo no tiene sexo

La primera lección es que el liderazgo no tiene sexo.

Absolutamente. El liderazgo se nos da a los oficiales desde el día en que entramos en la Escuela Naval y a todas horas. Todos nuestros reglamentos son iguales para hombres y mujeres y la instrucción militar es la misma. El liderazgo es una manera de afrontar las situaciones con la gente que tienes detrás, seas lo que seas

Son adalides de un trabajo un poco especial: A usted le piden darlo todo, hasta la vida…

Por supuesto. Ni te lo planteas porque ya lo sabes, siempre lo sabes.

Y eso va en un sueldo escaso en el que también les han metido a fondo la tijera.

No nos lo cuestionamos. Estamos acostumbrados a hacer las cosas que se nos mandan y las hacemos lo mejor que podemos.

El maestro Ignacio Camacho me comentaba no hace mucho lo sorprendente de haber visto familiares de militares esgrimiendo carteles de “no a la guerra”. Me decía que eso es como ver a las madres de los curas con pancartas de “muera Dios”.

Es que esa parte yo no la vivo desde ese lado de la barrera, sino desde el mío. Tengo muy claro qué es mi profesión; sé para qué estoy, cuál es la misión, al servicio de quién estoy… Dispuesta a sacrificar la vida por lo que me demande mi patria.

Esas palabras harán que se revuelvan las tripas de más de uno.

Siento lo que me han inculcado. Besamos la bandera y eso es lo que nos llevamos desde el principio. Además, el servicio a España pasa porque yo no digo lo que quiero hacer; voy a un servicio colectivo, somos piezas de un engranaje y lo importante es formar parte de esa estructura, el Ministerio, al frente de la cual están los representantes que ha elegido el pueblo.

Recibió el I Premio Soldado Idoia Rodríguez en 2008. Ella murió en Afganistán. Usted estuvo en Bosnia.

Me dieron ese premio junto a otras cien mujeres más. En Bosnia estuve en la primera parte de la misión en Mostar, en patrullas de reconocimiento en profundidad. La verdad es que se viven muy intensamente las operaciones en el exterior y no te queda tiempo para pensar mucho en otras cosas.

Fue su primer contacto con la guerra real.

Tenía 28 años, pero antes la había conocido por mi padre, porque estuvo en Bosnia en 1995, cuando se firmaron los tratados de Dayton. Entonces supe lo que se sentía al ver al otro marchar. Estar en la familia es difícil porque, por un lado, tienes que apoyar a la persona que se va, pero, por otro, hay que pasar el día a día sin él. Y eso cuesta, cuesta mucho. Sobre todo cuando veía por televisión reportajes estremecedores de lo que allí pasaba.

Luego, al verla marchar a usted, ¿qué le dijo su padre?

Más que consejos, siempre ha estado ahí. Escuchándome y aguantando el chaparrón.

Difícil el equilibrio entre vida laboral y personal en su profesión. ¿Tiene hijos?

No, pero no descarto tenerlos en un futuro. Le pongo el ejemplo que he vivido en casa, donde siempre han trabajado los dos: mi madre era farmacéutica y tenía que hacer guardias, lo mismo que mi padre. No hay un manual de cómo salir adelante. Eso ocurre en la vida militar y en la vida civil y se lleva como cada familia puede. Yo lo afrontaré así.

Parece no tenerle miedo a nada.

Es que hay pocos miedos en esta forma de vida. A mí no me han educado para tener miedo. Tanto mi padre como mi madre me han enseñado a enfrentarme a las cosas.

Se especializó en Inteligencia. Esa fue una de las razones poderosas por las que se incorporan las mujeres a la Seguridad y la Defensa.

Lo vemos hoy en zonas de operaciones como Afganistán, donde para saber qué pasa, un hombre lo tiene muy difícil para tratar con mujeres. Hombres y mujeres juntos hacen un buen equipo.

Valoración de las Fuerzas Armadas

Los españoles valoran mucho a sus Fuerzas Armadas, pero luego a la hora de destinar presupuesto ya no hay la misma pasión.

La Defensa es un tema complejo porque hay mucha gente que no lo ve, pero es la seguridad que tenemos todos los días, el colchón que nos protege y respalda.

Aquí, ente retratos de grandes navegantes españoles como el vasco Blas de Lezo, ¿a qué reflexión llevan sus gestas para un marino del siglo XXI?

Que siempre queda por ganar el corazón de las personas. Ellos eran grandes líderes que en circunstancias duras se crecían. Yo aspiro a saber llevar a mis hombres y mujeres de la mejor manera posible y ellos son para mí el ejemplo que tengo todos los días: aprendo de su rectitud, de su disciplina, de su sacrificio…. Esa es la mayor conquista en la vida.

Son más de las ocho de la tarde. ¿Podría poner música al punto y final de tan larga jornada?

Sin duda Mozart, que siempre es alegre y levanta la moral.

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