Un largo viaje: el perdón y la reconciliación.

Juan Cardona Comellas (juan@juancardona.es)-

Cansado de tanta política y del monótono circo catalán “Montecito y Junco”, este sábado decidí ver una película en televisión. Comencé a visionar «Un largo viaje», basado en una historia real. Enseguida me sorprendió y me atrapó. En principio esperaba una nueva versión de la mítica «El puente sobre el río Kwai» rodada hace más de sesenta años. El argumento se desarrollaba en Birmania durante la II Guerra Mundial después de la rendición británica ante Japón, y en donde la construcción de una línea de ferrocarril entre Tailandia y Rangún era considerada vital en el control de la zona. Para ganar la batalla a la selva, a la adversa climatología y a las inhumanas condiciones de trabajo se utilizaron más de doscientos cuarenta mil trabajadores de los cuales sesenta mil eran prisioneros de guerra. La mitad dejaron su vida en la construcción del «ferrocarril de la muerte». Entre los que sobrevivieron: el oficial británico Eric Lomax. La fabricación de una radio receptora le supuso, al ser descubierto, un cruel interrogatorio que sufrió de manera despiadada unas interminables torturas, aunque nunca consiguieron doblegarle. Finalizada la guerra plasmó su experiencia en un libro de memorias titulado «The Railway man» que da origen a la película.

Sabemos que lo vivido en una guerra no se olvida fácilmente y en muchos casos perviven en la mente para siempre causando traumas difíciles de superar, máxime en aquellos soldados que sufrieron tormentos o participaron en acciones de extrema crueldad (activa o pasiva). En esta historia, las aberraciones y torturas sufridas por Loman, le hacen revivir durante años constantes pesadillas y ataques de pánico que solamente puede superar a través de las ganas de venganza; ésta aumenta cuando localiza, cuarenta años más tarde, a uno de los torturadores japoneses que actuaba como traductor durante los interrogatorios: Takashi Nagase. El japonés purgaba, en esos momentos, su culpabilidad entregado a la causa de la reconciliación entre vencedores y vencidos y ejercía como guía en el antiguo campo de concentración de Changi, lugar en donde se produjeron las atrocidades.

A partir de este descubrimiento Loman se impone la misión de hacer pasar al oficial japonés las mismas penurias que sufrió él, antes de denunciarle ante las autoridades como criminal de guerra. Ya en Birmania y en el momento que puede hace efectivo su eterno deseo y ante las explicaciones que el japonés le da, es incapaz de tomarse la justicia por su mano. Después de regresar a Inglaterra, reflexiona largamente sobre las razones que argumentó su torturador sobre el aleccionamiento sufrido por los soldados nipones por parte de sus dirigentes a base de mentiras y de hacerles creer que los enemigos eran seres inferiores a tratar como acémilas y a las que había que exterminar. Vuelve Lomax a Birmania y tras un segundo encuentro perdona al oficial japonés bridándole su amistad en aras a la reconciliación.

La filosofa alemana judía Hannah Arendt mantiene a través de su obra que: “el perdón es un milagro que nos permite seguir viviendo”. Ese milagro del perdón fue el que permitió a Eric Lomax vivir en paz sus últimos treinta años de vida y en los que mantuvo frecuentes contactos con su amigo Takashi Nagase.

A muchos politiquillos seguramente les hará reflexionar esta historia real sobre la reconciliación y aparcar definitivamente a Franco, al franquismo y a la “memoria histórica” (respetando ciertos derechos); y a los separatistas catalanes que tomen buena nota de hasta dónde puede llegar el aleccionamiento político: aleccionamiento – nacionalismo – totalitarismo. Ingenuo que es uno.

 

Lea también

Noites craras do luar-Antes de pedir reprobaciones…mírense al espejo

José Luis Álvarez Con la benevolencia del director de Galicia Ártabra reanudo mis comentarios de …

Un comentario

  1. Mercedes Luger

    También vi la película pero hace algún tiempo.Aun así volví a verla por lo buena que me había parecido.Es intensa y con ese ritmo que le suelen dar los ingleses a su cine , que te da tiempo para una comprensión profunda de los hechos que narra.
    Efectivamente, lo que cuenta Cardona es una muy buena crítica . Estudia los personajes y los retrata perfectamente.
    Lo malo es que , una historia así para comprenderla hay que tener un cierto nivel de inteligencia y bastante sentido comun ; y me temo que toda esa argamasa de politiquillos
    Catalanes y demás adjuntos carecen totalmente de dichos dones. ¡Peras al Olmo!