La España política de ayer, de hoy, y del mañana

José Manuel Otero Lastres
Al leer el título de esta reflexión, algunos habrán pensado de inmediato, y no sin razón, que el firmante de la misma es un pretencioso, que sin más bagajes que su capacidad de observación, se atreve a decirnos como ha sido España en el pasado próximo, como es en nuestros días, y hacia donde va. Otros, más benevolentes, o simplemente allegados y conocidos, agradecerán el honesto esfuerzo de meditación que se expone en las líneas que siguen.

Lo primero que debo señalar es que en este viaje mental por nuestra España política no iré siempre acompañado por los mismos instrumentos. En la primera etapa, me serviré de los recuerdos, nutridos en su mayor parte por la experiencia de mi propia vida. En la segunda, me ayudaré de la mirada, pero no la de los primeros años, sino la que está cargada con la formación intelectual que he ido acumulando a lo largo de los años. Y en la tercera y última, utilizaré otra capacidad, ésta escasa, que son mis dotes de adivinación o predicción.

 El ayer, lo retrotraigo al inicio de mis primeros recuerdos y lo llevo hasta el hoy, que sitúo en el ascenso de Pedro Sánchez a la presidencia del gobierno y lo dilato hasta la convocatoria de las próximas elecciones generales, hecho que puede tener lugar durante 2019 y todo lo más tarde en el 2020. El futuro al que me refiero se iniciará a partir de entonces. Mi análisis sobre estos períodos se ceñirá fundamentalmente a nuestra situación política, económica y social. Mi generación vivió a horcajadas entre la dictadura y la democracia. Pero a fecha de hoy, es más tiempo político el que llevamos en democracia que el que pasamos en la autocracia. Por eso, el balance que puedo hacer del ayer de España es que, políticamente, la clamorosa falta de las libertades durante la dictadura quedó compensada por una preparación adecuada -no entro en si buscada de propósito o no- para transitar hacia la democracia y saborear la libertad. Económicamente, iniciamos un desarrollo imparable que se aceleró tras la entrada de España en la entonces Comunidad Económica Europea y hoy Unión Europea. Hasta tal punto fue real el creciente aumento del nivel de vida que trajo como consecuencia que una buena parte de la población española empezase a disfrutar del Estado del Bienestar.

La España de hoy es una democracia consolidada en la que nuestra pertenencia a la Unión Europea ha alejado para siempre los viejos fantasmas del golpismo y del guerra-civilismo. En mi opinión, hay que descartar por completo los dos graves males que padecimos en el pasado reciente, los golpes de Estado militares y una nueva guerra civil. La estabilidad política contrasta con las dificultades económicas. Es en este punto donde se sienten todavía los efectos de la reciente crisis económica. En términos generales, -y aunque no sea políticamente correcto subrayarlo- hay que reconocer que la sociedad española vivió alrededor de principios del presente siglo por encima de sus posibilidades: gastaba más de lo que producía y lo que faltaba se tomaba a préstamo porque la buena vida nos hacía flotar en una burbuja traicionera: se pensaba que jamás iba a explota, pero finalmente estalló y mandó al paro a una buena parte de la clase media de entonces. Y eso hizo que entráramos en una especie de sociedad-diávolo en la que se ensancharon los conos de abajo (clase pobre) y de arriba (clase rica), al tiempo que adelgazaba hasta extremos preocupantes la pieza del medio (clase media), que desplazaba sus ocupantes hacia abajo.

Y como es más fácil no dar que quitar, la ciudadanía que habitaba alegre y despreocupadamente en la sociedad del bienestar tuvo que resignarse, pero de muy mala gana, a los recortes que se impusieron políticamente para que volvieran a cuadrar las cuentas. La sociedad «recortada», en lugar de aceptar, aunque fuera a regañadientes, que tocaba época de vacas flacas y que no había que ordeñar excesivamente a la por entonces ya cansada «vaca del bienestar», prefirió escuchar los cantos de sirena de los movimientos populistas. Tales movimientos, que actuaron como depredadores del dolor ajeno, culparon de las restricciones a los políticos de la «casta» y, en lugar de convencer a la ciudadanía de que había que efectuar recortes ocasionales para volver a la Sociedad del Bienestar, les prometió lo imposible: ser sus Robin Hood y despojar a los ricos para mantenerlos a ellos en el Estado del Bienestar. Sin duda como camino para alcanzar el poder y tal vez no devolverlo jamás.

En la última etapa del hoy, la llegada al Gobierno de Pedro Sánchez con su escaso apoyo parlamentario ha echado al PSOE en brazos de Podemos (hay quien propone que la coalición fáctica de ambos se llame PSOEMOS) con lo cual en la actualidad se han hecho muy presentes los riesgos de limitación de la libertad en el ara del igualitarismo y del comienzo de una nueva crisis económica.

De la España del mañana más inmediato las predicciones dependerán de los resultados de las próximas elecciones generales. Si los ciudadanos le damos el gobierno a una colación de izquierda radical (al indicado PSOEMOS), el equilibrio entre la libertad y la igualdad se romperá en beneficio del igualitarismo, lo cual se traducirá económicamente en más «subvencionismo» y menos eficiencia. Si, en cambio, gobiernan el centro izquierda o el centro derecha, habrá armonía entre la libertad y la igualdad sin que ninguna de ellas se sacrifique a favor de la otra, y económicamente supondrá una asignación más equitativa de los recursos públicos y un aumento de la eficacia distributiva.

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