Alianza de ganadores

 

Pedro Sande García

Nunca he escrito un artículo sobre política, me aburre dedicar demasiadas palabras a un tema sobre el que el planeta terrenal y virtual está lleno de articulistas, tertulianos y politólogos que nos invaden todos los días con sus análisis, comentarios y opiniones.
Suelo dedicarle, a la política, alguna frase larga que cuelgo en las redes sociales y que me permite consumir pocas energías.

Hoy, pese a que el título de este artículo y su contenido pudieran parecer lo contrario, tampoco voy a escribir sobre política. Voy a dedicar este pequeño espacio a escribir sobre principios. Para ello, quiero comenzar sobre un principio que rige nuestro sistema electoral. Principio recogido en la Constitución y en las sucesivas leyes y normativas electorales. Es el principio que rige las convocatorias electorales así como la posterior formación de gobierno tanto en los ayuntamientos y comunidades autónomas como en el gobierno del estado.

Los ciudadanos con capacidad de votar en los diferentes comicios ejercen su derecho para elegir diputados  (nacionales y autonómicos) y concejales. En ningún caso son los ciudadanos los que eligen a los alcaldes ni a los presidentes del gobierno central ni a los autonómicos. Su elección es responsabilidad de los diputados y concejales electos. En algunos casos esta elección no requiere de alianzas entre los diferentes partidos, ocurre cuando alguno de ellos tiene mayoría absoluta, de no ser así son necesarios pactos que exigen dialogar, consensuar y llegar a acuerdos de gobernalidad.

Me imagino que muchos de ustedes ya conocen estas reglas de juego y por lo tanto todo esto les puede parecer muy obvio. Nos pueden gustar o no los principios y las leyes que nos rigen. Seguramente algunos preferirían un sistema de elección directa de nuestros alcaldes y presidentes, pero en lo que creo que todos estamos de acuerdo, es en la necesidad del cumplimiento de las leyes y las normas que nos rigen.

Entiendo que ese cumplimiento exige ser respetuoso con los resultados electorales y con la decisión
que nuestros representantes tomen a la hora de elegir alcaldes y presidentes. En algunos casos, ocurre cuando los resultados no son los esperados, hay quienes opinan que hay que cambiar las reglas. Se imaginan que cada vez que hubiera unas elecciones, dependiendo de los resultados y de las posibles alianzas se cambiarán las reglas del juego, esto se llamaría «sistema electoral flexible en función de los intereses de algunos».

Cuando oigo a nuestros políticos solicitar el cambio de las reglas, solo cuando el resultado de la partida no les es favorable, me siento indignado. No sé si es la pérdida de poder o el miedo a dialogar y consensuar lo que les hace entrar en pánico o simplemente aplican la célebre frase de Groucho Marx «Estos son mis principios y si no les gustan tengo otros». Aunque a mí me parece que no es una cuestión de cambiar de principios, es una cuestión de tenerlos.

Para muestra lo ocurrido en Madrid en las elecciones municipales de 2015 y en las recientes del pasado 26 de mayo de 2019. En el año 2015 el partido ganador de las elecciones no consiguió la alcaldía dado que hubo una alianza de ganadores que sumó mayoría y eligió a otro candidato. En aquella circunstancia se levantaron voces muy representativas del partido que había ganado exigiendo un cambio de las normas para revertir el resultado legítimo de los pactos. En las recientes elecciones del pasado 26 de mayo esas voces se han quedado mudas. Ahora si toca cumplir con las leyes y principios aunque para ello, previsiblemente vayamos a tener el honor, el triste honor, de ser una capital europea en cuyo gobierno se sienten representantes de la extrema derecha. Sin duda, esa alianza que gobierne Madrid en los próximos años será una alianza de ganadores, una alianza legitima, como lo fue la del 2015. No es el único caso, en algunos ayuntamientos y comunidades autónomas será necesario el diálogo y consenso para llegar a acuerdos de los que surjan gobiernos, resultado de las diferentes alianzas de ganadores.

Podemos discrepar si el resultado final nos gusta o no, pero por encima de ello está el respeto a las reglas del juego y el respeto a la decisión de los votantes. No hay alianzas de perdedores, son legítimas alianzas de ganadores y entenderlo así es solo una cuestión de principios.

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