Endesa As Pontes: embestir o sortear

Enrique Barrera Beitia

El pasado 12 de septiembre publiqué en esta sección un artículo titulado “Impacto de la Transición Ecológica en Ferrolterra”, aludiendo al futuro del consumo de carbón en nuestra comarca, y a las nuevas oportunidades industriales que genera la apuesta por una energía limpia. Terminaba el artículo así: “Cabe adoptar dos actitudes. Una es ver la Transición Ecológica como una oportunidad de mercado, y empezar a trabajar ya para hacernos un hueco, y la alternativa es reeditar un nuevo ejercicio de ferrolanismo, despotricar contra el gobierno y el ayuntamiento, y clamar a los cielos porque quieren terminar con Ferrol. Nosotros mismos”.

Veo que muy pronto quieren algunos echar tierra sobre la privatización que el gobierno de José María Aznar hizo de Endesa, ahora propiedad de un grupo italiano, para soslayar que el anuncio de prescindir del carbón no es decisión de un consejo de ministros, sino del consejo de administración de una empresa que reconoce que ni la supresión del céntimo verde (el Gobierno acepta eliminarlo si con ello la central
opera hasta la fecha tope de 2030), haría viable su consumo, por lo que el mantenimiento de la central pasa por usar nuevos combustibles, y/o quedar en reserva para las subastas de interruptibilidad para la industria electrointensiva, donde el 50% de los costes de producción se va en el consumo eléctrico.

El carbón está sentenciado incluso en Alemania, donde aportará en 2030 sólo 17 gigavatios frente a los 45 actuales, para ser abandonado definitivamente en 2035. Sólo los que no creen en el cambio climático, o les importa un bledo, o creen que una transición energética justa puede ser de 40 años, continúan apostando por este mineral. La alternativa más viable está relacionada con el gas, un combustible-puente
(produce menos CO2) y cuyo suministro no depende de Reganosa, como algunos dicen.

Lo constructivo es defender que con estas nuevas premisas Endesa continúe su actividad, que se mantenga el máximo empleo, que se dé una solución a los transportistas, al tiempo que se compense a nuestra comarca ubicando en ella la máxima presencia posible de las industrias que nacerán con la transición ecológica.

Unos usarán esta estrategia negociadora para sortear en la medida de lo posible el
problema, pero desgraciadamente otros apostarán por embestir como tantas veces hemos hecho, porque el discurso victimista es muy fácil de vender, y porque poco importa que así no se solucione el problema, si hay alguien al que echar la culpa de que no quiera continuar haciendo lo que siempre se ha hecho: quemar carbón.

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