No será el Covid-19 el que destruya España

 

Pedro Sande García

Comencé a escribir este artículo el 3 de abril de 2020 cuando los datos de la pandemia eran terribles. El 5 de abril los datos seguían siendo demoledores aunque mostraban cierto optimismo ante la bajada del número de fallecidos y la bajada porcentual en el número de contagiados. A partir de ese día dejé aparcado este artículo y dediqué mi tiempo de escritura a asuntos que no tuvieran ninguna relación con el covid-19, seguramente mi inconsciente estaba buscando una luz de esperanza y de optimismo. El 17 de abril decidí retomar el artículo, en primer lugar influenciado por la lectura de una entrevista realizada en el año 2013 al filósofo Emilio Lledó y en segundo lugar por la fatiga que me produjo la búsqueda de esa señal de esperanza y optimismo. Este desánimo es debido a la fe que tengo en el comportamiento del ser humano. Permítanme que me explique con más detalle.

Empezaré por la entrevista realizada a Emilio Lledó y cito textualmente las primeras
palabras de dicha entrevista: Creo que no estamos tanto ante una crisis económica, sino en una crisis de la mente, de nuestra forma de entender el mundo. La crisis más real -con independencia de los problemas económicos, que son muy reales- es la crisis de la inteligencia. No estamos solo ante una corrupción de las cosas, sino ante una corrupción de la mente. A mí me llama la atención que siempre se habla, y con razón, de libertad de expresión. Es obvio que hay que tener eso, pero lo que hay que tener, principal y primariamente, es libertad de pensamiento. ¿Qué me importa a mí la libertad de expresión si no digo más que imbecilidades? ¿Para qué sirve si no sabes pensar, si no tienes sentido crítico, si no sabes ser libre intelectualmente? Hoy, siete años después, estas palabras siguen estando totalmente vigentes.

En cuanto a la búsqueda de alguna señal de esperanza y optimismo, empezaré por
el optimismo. El optimismo lo encuentro en el convencimiento de que vamos a salir de
esta pandemia aunque con muchos daños, algunos de ellos irreparables como la pérdida de vidas humanas. También despiertan mi lado positivo todos los héroes que están surgiendo, héroes aplaudidos de los cuales nos olvidaremos, estoy convencido de ello, en cuanto la situación vuelva a la normalidad. Los héroes dejarán de serlo personas normales y volverán a serlo los personajes de comic.

El optimismo también lo han despertado las palabras del premio nobel de economía, Finn Kudlan, en una reciente entrevista concedida al diario la Vanguardia decía, y también cito de manera textual: La clave tras esta pandemia es mantener el capital humano: si el confinamiento no lo destruye, la recuperación será rápida. Porque esto no ha sido un terremoto; no hay que reconstruir puentes; ni carreteras. Cuando habla de España, país por el que siente cierta predilección, dice: España siempre nos ha sorprendido a los investigadores por su resiliencia. Sabe adaptarse a lo que llega. Pero debe ser predecible.

Como les he dicho anteriormente tanto las palabras de Emilio Lledó como las de
Finn Kudlan han despertado en mí cierto optimismo pero también me hacen ver el futuro con tristeza y abatimiento. Mi confianza en el ser humano es plena, y no creo que esta pandemia haga cambiar su forma de comportarse.
Los seres humanos siempre hemos temido a las grandes catástrofes que puedan
poner en peligro nuestra supervivencia o nuestra forma de vida, desde las armas de
destrucción masiva hasta la llegada de un meteorito. Pero con lo que nadie contaba era con la llegada de un enemigo invisible que consiguiera tambalear nuestro modelo de vida.
Vivíamos, hasta los más desdichados, en un mundo que controlábamos y en el cual nos sentíamos como el ser superior. Pero la situación que estamos viviendo hace que
dudemos de nuestras certezas y que nos preguntemos ¿Cuándo saldremos de aquí?,
aunque hay otra pregunta que de momento queremos ocultar ¿Cómo estaremos cuando salgamos de aquí? El negar está segunda cuestión es debido a que en el momento presente nuestra máxima prioridad es dar respuesta al primer interrogante.

Yo creo que la segunda cuestión tiene una respuesta fácil. Cuando retorne la
normalidad todo seguirá siendo igual. Algunos llegarán malheridos, otros no podrán llegar, y la realidad es que solo variará alguna forma de comportarnos y de relacionarnos con los demás, pero no habrá muchos más cambios. Seguiremos siendo como hasta ahora y no habremos aprendido nada. No se crean que digo esto porque tenga una visión catastrofista de nuestra realidad, es porque la historia me da la razón.

No aprovecharemos la ocasión para mejorar ni nuestros comportamientos, ni nuestras
relaciones, ni nuestras diferencias. El ser humano seguirá comportándose de la misma
manera que lo ha hecho durante siglos. Y hoy, que vivimos una época de mediocridad, los mismos mediocres seguirán discutiendo sobre nuestros destinos. Que nadie se llame a engaño, el uso de este calificativo no es exclusivo de los dirigentes o de los políticos, ellos solo son un reflejo de todos nosotros. En definitiva, habremos tenido una terrible experiencia que nunca olvidaremos, pero todo seguirá estando igual de bien e igual de mal.

¿Qué está ocurriendo en España?

Continuando con la respuesta a la pregunta ¿Cómo estaremos cuando salgamos
de aquí? me voy a centrar ahora en nuestro país. ¿Qué está ocurriendo en España? Es
evidente que lo que mejor sabemos practicar, y en lo que somos unos auténticos
expertos, es en el guerra civilismo (todo junto es un término no recogido por la RAE) y en el enfrentamiento permanente. Permítanme que cite algunos de los comentarios
recogidos en un reciente artículo del Financial Times: «En algunos países, la peor
pandemia en más de un siglo ha llevado a un lado las rivalidades políticas. No es así en España, una de las naciones más afectadas por el brote de coronavirus, con más de 100,000 casos confirmados y más de 9,000 muertos», como verán esto era ocurría
cuando estábamos ‘por la mitad de los afectados que tenemos ahora. Sigue el artículo del FT diciendo «En España en lugar de cerrar filas y buscar el máximo consenso posible, la clase política está optando por una lucha dura y amarga» Algunas veces ante artículos de la prensa extranjera me revuelvo por lo desacertados que son o por el desconocimiento que aparentan tener de nuestro país. No es este el caso, un artículo que hace que no me sienta orgulloso de nuestro país y sea muy pesimista ante el futuro. De nuevo, que nadie se llame a engaño, el artículo del FT ha sido muy bondadoso y ha puesto toda la carga de profundidad sobre los políticos, cuando la realidad es que el verdadero enfrentamiento está entre los ciudadanos de a pie, y como ya he comentado anteriormente, los políticos son un reflejo de lo que hay por la calle y por las redes sociales. Llegados a este punto quisiera aclarar una cuestión, el estar todos unidos no quiere decir que no se deba criticar la actuación del gobierno, se debe ser crítico con la actuación de todos los gobiernos y de todos los servidores públicos, estén en el gobierno o en la oposición. El problema es que en España el deporte de discrepar lo hemos convertido en duelos donde lo único importante es destruir al oponente.

Mucho de lo que leo solo me hace sentir lástima por nuestro país, el nivel de diálogo es mediocre, mezquino y refleja ansias de revancha por algo que desconozco. No se alaba lo bueno, tampoco se critican los errores, solo se intenta destruir: fachas, perro flautas, gobierno social comunista, izquierdista, derecha reaccionaria son algunos de los ejemplos que podemos encontrar. Si a esto unimos las descalificaciones sobre la forma de vestir o el aspecto personal y la publicación de noticias en medios sensacionalistas, mentirosos y tramposos, podemos valorar el nivel intelectual del debate que hay en el país. Solo sirve el estás conmigo o estás contra mí. Y si para ello hay que mentir, manipular o difamar no hay ningún problema. Un país en el que muchos enarbolan la bandera de patriotas para atacar a los demás, mentira, patriotas de pacotilla. Un verdadero patriota es el que defiende a su país con sus claros y con sus oscuros, un patriota es el que acepta a su vecino por pensar y votar diferente, un patriota es el que cuando el país está en un profundo agujero no deja de empujar hacia la única dirección posible, hacia arriba, en vez de estar todo el día intentando desacreditar o enterrar a los que le rodean.

Lo que leo estos días hace que el pesimismo se apodere de mí y piense que España tiene un futuro muy, muy oscuro. Siempre hay un lado optimista en mi persona, sé
que saldremos de esta y España podrá con el Covid-19, pero no podrá con los españoles.

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