Sabores ártabros

Pepe Perales Garat

Me pide el director que colabore en Galicia Ártabra Digital de forma algo más habitual a las esporádicas colaboraciones que le he mandado.
¿Pero de qué quieres que escriba, si la gente ya está harta de mí?
– De lo que quieras.
– ¿De lo que quiera…?
– Sí, tienes cancha abierta.

Y me pregunto a mí mismo que es lo que yo quiero, pregunta más fácil de plantearse que de responder; reviso mis prioridades, mis deseos, pinto una pirámide de Maslow, repaso mis rutinas diarias, evalúo la labor que intento desarrollar en las dos asociaciones de las que formo parte. Nada, que no se me ocurre cómo puedo hacer de otra forma y por medio de un artículo lo que ya estoy haciendo con éxito desigual… y de tanto pensar me entra el hambre, y con ella llega la inspiración.

Lo del Ferrol Ilustrado, el patrimonio natural, la Ilustración, el Camino Inglés, el Modernismo o la música está muy bien, y desde PAFERR y la Asociación El Camino Inglés he participado en todas las iniciativas en las que he podido para ayudar a su difusión, mejora y conservación, pero el caso es que eso ya lo hago, y no creo que añadir más cargas a ese anhelo de proteger y difundir nuestros principales tesoros vaya a hacer que lo haga mejor, especialmente porque siendo ambas asociaciones compuestas por más de una persona, no creo que deba escribir en nombre de las mismas, y lo que me pide Pedro es escribir en mi nombre.

¿Pero hay quien esté escribiendo acerca del patrimonio gastronómico de Ferrol? ¿Hay alguien que quiera ayudar a protegerlo? ¿Hay algún tragaldabas que considere que hay una relación directa entre nuestra gastronomía y esa dualidad ferrolana que nos hace ser gallegos y cosmopolitas a partes iguales? ¿Hay quien considere que la evolución de nuestros ingredientes y manjares son una parte intrínsecamente ligada a nuestra evolución como ciudad? Pues tal vez sí y tal vez no, pero puede ser que ahí yo pueda aportar algo más, y contar mis impresiones personales de algún local, de algún ingrediente, de algún productor, de algún producto o incluso aportar alguna receta que empieza a caer en el olvido.

Y eso trataré de hacer, siempre que los lectores estén interesados y Don Pedro no vea que se agota su paciencia: contaros acerca de un buen sitio para comprar pan, de un mesón donde comer unos buenos chipirones fritos, de un puesto del mercado, de una tienda que desde mi punto de vista merezca la pena visitar o de esas recetas que antes eran omnipresentes y prácticamente desaparecieron de nuestras vidas… e intentaré descubrir dónde siguen existiendo, además de en los fogones de nuestras casas.

Y me permitiréis que me despida con unos versos que decía mi madre, seguramente
heredados de la suya, y que pueden explicar un poco la filosofía de estas líneas, que espero transmitir desde el convencimiento de que la vida, tantas veces, empieza en un trozo de tierra donde un hortelano planta algo que por ventura acaba en nuestros agradecidos estómagos después de un proceso en el que intervienen desde agricultores a transportistas, pasando por distribuidores, intermediarios, vendedores y, Dios mediante, por los fogones, el saber y la ciencia de alguien capaz de transformar un producto en la más sublime y prosaica de las artes.

                                     Comamos, bebamos, poñámonos gordos
                                     E dos nosos males, fagámonos sordos.

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