Navidad

José Perales Garat

¿Se puede escribir un artículo de gastronomía y no hablar de ningún tipo de alimento? Pues probablemente es imposible, y por eso esta vez no voy a escribir acerca de sabores ártabros, sino de sentimientos. Estamos celebrando el nacimiento de Dios en Belén y la Redención de los hombres, independientemente de nuestras creencias o de la ausencia de ellas.

 La Navidad no es una fiesta gastronómica ni comercial, no es una loa al consumismo ni la ocasión de gastar cientos de euros en alimentos que dentro de un par de semanas costarán la cuarta parte o de comprar cosas inútiles o innecesarias para demostrar que estamos en el ajo; y considero que todos los que podemos lo hacemos, y por supuesto yo soy el primero de ellos, que nadie lo dude, y por eso me uní hace tiempo a las muñecas de Famosa que se dirigen al portal.

La fraternidad sea, tal vez, el concepto que más empapa el espíritu navideño. Es una hermosa palabra, creo yo, puesto que viene de hermandad y significa que todos somos hermanos… y me vienen a la cabeza los revolucionarios franceses y su extraño concepto de fraternité, tan relacionado en muchos momentos precisamente con ello: con las cabezas; en nuestros  tiempos, la fraternidad olvidó la guillotina y consiste en tratar de hacer cosas por los demás (también por comerciantes y hosteleros, ojo), y por eso se suceden actos benéficos y solidarios y todos intentamos parecer un poco más buenos y portarnos un poco mejor.

A mí me encanta la Navidad, me gusta el invierno, las tardes largas, frías y oscuras en
compañía de los míos. También me gusta reunirme con la gente querida y estar un poco piripi gracias al champán que hace tiempo decidí usar para maridar todos los platos, desde el consomé hasta los turrones… otro concepto curioso, el del champán: en realidad siempre bebimos cava catalán, mucho más acorde a nuestras posibilidades, y hasta que se recrudeció la tensión que nunca parece acabar, ni siquiera pensábamos en mucho más que en que Codorniú y Freixenet hacían unos anuncios fantásticos, sólo comparables para muchos con los de El Almendro y, quizá un poco menos, con los de El Lobo.
Luego se unieron a nuestra fiesta Delaviuda, 1880, Suchard, La Estepeña, la sidra El
Gaitero… y algo me dice que todo eso se está yendo ya como otros tantos recuerdos, y no por culpa de nadie, sino precisamente por la irrupción de muchísimas ofertas que, en muchos casos, han superado la original.

Tempus fugit, decía Virgilio, y llegada cierta edad ya lo decimos todos cuando aparecen esos sobrinos o nietos y exclamamos ¡Cómo pasa el tiempo!, ignorando que lo que pasa es la vida y que, más allá de nuestros allegados, apenas somos un borrón en la historia de los demás.

Yo os deseo Feliz Navidad, y os recomiendo que seáis conscientes de que al final todo pasa, y que si recordamos las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique, ahora mismo estamos “contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando”, y por eso, y ya voy terminando, os recomiendo que paséis unas Navidades muy felices y que hagáis lo posible por estar con aquellos a los que queréis y que os quieren, que intentéis ser conscientes de que todos los defectos y limitaciones de los demás no son sino un contrapeso de los vuestros, que hagáis lo posible por ser felices por un momento y regresar a esa inconsciencia de la niñez en que el mañana era casi lo más lejano en lo que pensábamos, y que recordéis tantas cosas buenas que nos dejaron los que ya se han ido, especialmente en estos tiempos en los que se ha ido más gente de lo normal. Demasiada.

Yo intentaré pasar las fiestas con los míos, con el consomé, los asados, las coles de Bruselas, la lombarda de mi cuñada, las cebollitas, los langostinos, los turrones y el champán, y me quejaré porque los niños se han comido todas las patatitas y brindaré en silencio para que todo esto pase y podamos volver a reunirnos sin esa sensación de angustia y aburrimiento que está durando demasiado tiempo ya, recordando aquellos tiempos en que no había una amenaza permanente y en los que, como decía el no menos famoso anuncio de Coca Cola, queríamos dar al mundo entero un mensaje de paz y todos juntos celebrar la alegre Navidad.

Con mis mejores deseos.

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