Juan Galdo, el feirón de Pontedeume en clave de fauve

 

María Fidalgo Casares, Crítica de Arte

La pintura de ferias y mercados ha sido en la Historia del Arte una constante, siendo en el siglo XIX y hasta mediados del  XX tema recurrente de pintores, sobre todo de aquellos denominados costumbristas… La desaparición de los trajes e indumentarias regionales y la pérdida del carácter agroganadero de estos eventos, hizo que estos temas  perdiesen su atractivo y quedasen relegados… La llamada feria del 21 de Pontedeume era un claro ejemplo de este tipo de ferias tradicionales que nada tiene que ver con el feirón de hoy… Sin embargo, no por ello ha perdido su atractivo visual… y la magna obra de Juan Galdo que hoy presentamos es buena muestra de ello.

La mayoría de los eumeses desconoce que desde hace más dos décadas uno de los grandes pintores ferrolanos del siglo XX, Juan Galdo, eligió pasar su temporada estival en la villa de los Andrade, fascinado por las posibilidades plásticas de la villa y por la cercanía la ciudad herculina, en la que ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria pictórica. Su carácter afable, sencillo y tranquilo contrasta violentamente con el torrente escénico que vuelva en sus trabajos y que su obra “Feirón” recoge en su plenitud…

Galdo nace en Ferrol en 1940 y aunque pinta desde niño, comienza su formación artística a los quince años en el taller del expresionista Segura Torrella. Realiza su primera exposición en Coruña, en la I Exposición de Artistas Ferrolanos. Aún imbuído por el academicismo, comienza a desmarcarse de los pintores de su generación, apostando por una economía de medios y cierto alejamiento de la realidad más inmediata que le va acercando a la geometrización y a un incipiente cubismo sintético. Esta diferenciación con los artistas de su entorno le hace marchar a Paris, apenas con 20 años, buscando su camino. Allí estudia pintura y modelado con el maestro Jean Venitien durante cuatro años, y se dedica a vivir la bohemia de la época.

Su paso por París será fundamental, allí estaba el camino que definitivamente encuentra y le marcaría para toda la vida. Y aunque le divierta experimentar con regresiones, le convertirá con el tiempo en uno de los pintores fauves más sobresalientes de Galicia, basculando desde temáticas más clásicas, como el paisaje, bodegón y el retrato, a experimentos con temas de mayor impacto visual como los músicos e instrumentos, la ópera o el Carnaval. En París llegará a exponer en tres ocasiones, la última en 1967 en el VII Salón Du Plessis-Rubenson.

Para Galdo la pintura es un placer de los sentidos y una ilusión de vivir, y dadas sus vinculaciones con la villa eumesa a la que ha pintado en sucesivas ocasiones, su trayectoria merecería un extenso artículo… pero hoy nos dedicaremos exclusivamente a analizar su obra “Feirón” una de las obras más logradas del artista de los últimos tiempos.

“Feirón” es una obra ambiciosa y singular dentro de la trayectoria de Galdo y que pese a apartarse estéticamente de sus trabajos más actuales, tiene la particularidad de plasmar exactamente la personalidad del pintor, ya que temática, formato y técnica son lo que es la esencia del artista: una simbiosis perfecta entre pasado y presente.

El feirón lo plantea con una visión completamente moderna, atractiva, sugerente y audaz… Los modelos son modelos reales, reconocibles, personas de carne y hueso que acuden al feirón, y son pintados a tiempo real… El artista salió a la calle, tomó apuntes del natural y los plasmó en el instante fugaz de su transacción comercial, de su paseo, de su ensimismamiento ante las mercancías… y hace que el espectador del lienzo se convierta en uno más de los participantes, a la vez que tiene un aire que emparenta claramente con la moderna estética de cartel publicitario.

Pero como comentamos, esta representación del feirón tiene más vestigios del pasado de lo que pudiese parecer en una primera visión, y es fiel reflejo del carácter del artista. Constatamos de que es una obra muy madura y bien resuelta, fruto de un artista que lleva más de medio siglo pintando, pero a la vez es de una impactante juventud de factura, algo muy propio de Galdo respecto a la forma de encarar la pintura y nuevos trabajos. Un pintor, por un lado, tan vinculado a ya un clásico posimpresionismo de raigambre fauve, como abocado a una imperiosa ilusión juvenil en la experimentación de técnicas y texturas. Esta síntesis queda muy clara en estos breves epígrafes relativos a su representación del feirón.

Temática: las ferias y mercados, aunque olvidados en la pintura contemporánea fue un tema muy tratados por los clásicos, pero al que Galdo da una nueva vuelta de tuerca, explorando a fondo sus grandes posibilidades plásticas y logrando una pintura de una atractiva frescura.

Técnica: la captación de lo transitorio y lo cambiante de la luz en un espacio determinado, era algo que fascinaba a los primeros impresionistas franceses y Galdo, en el primero de la quincena de óleos que integran la composición pinta el feirón a primera hora, con una débil luz de mañana y poco público en los puestos… A medida que van sucediendo los lienzos la luz se va intensificando, las sombras se acentúan y se van poblando las imágenes… para concluir ya avanzado el mediodía, volviéndose a vaciar con una luz fulgurante… Tempo fugit, tiempo y espacio marcado por la luz y el hombre….  En aras de no perder un ápice de la sugerente realidad sorprende en un pintor tan rabiosamente fauvista, un atemperamiento de su paleta, más suave y menos agresiva de lo que suele ser, huyendo de sus clásicos rojos con predominio de gamas azules y ocres, una geometrización menos evidente y un dibujo más gráfico. Estas concesiones a gamas más frías y a una figuración más marcada son plenamente buscadas por el artista, queriendo transmitir exactamente el ambiente del feirón y no por ello el estilo de Galdo deja de ser por un momento plenamente reconocible.

Formato: Esta composición está formada por una quincena de óleos de pequeñas dimensiones, que Galdo en una valiente y original apuesta, elige presentarlos en un marco único que supera el metro de longitud, buscando la impresión de conjunto, pero a modo de viñetas separadas, manteniendo cada escena su propia individualidad… Algo que, aunque ya había experimentado en otros lienzos, es en “Feirón” donde la intención del artista no es sólo estética, sino racional… Opta por un formato secuencial en el que la transición de luz y espacio sea mucho más evidente al espectador. El enmarcado elegido, elaborado artesanalmente por el propio artista, tan moderno, geométrico y sugerente, pese a ser un elemento unificador, contribuye a individualizar las escenas que quedan enmarcadas en color negro con un recuerdo a los relatos que también se contaban en Pontedeume en las antiguas ferias del 21, aquellos contadores de historias que se ayudaban de imágenes en cuadrícula  que señalaban con una vara…

Pese a su gran calidad, Galdo pinta exclusivamente por vocación y por dar salida a su creatividad interior, sin cortapisas, por lo que en su vida ha descartado un enfoque a una carrera puramente comercial, exponiendo eventualmente y acudiendo a escasos certámenes, pero volcándose con ilusión a clases de dibujo y pintura a jóvenes artistas… Aun así en 1961 recibe una medalla en el «Certamen de Pintura Bello Piñeiro», en Ferrol, en 1962 la segunda medalla en el Certamen de Dibujo «Feria del Mar», repitiendo tercera medalla en el segundo Certamen. Su obra se encuentra en colecciones particulares e instituciones en España, Francia, Brasil y Estados Unidos. Ha expuesto en Ferrol, Coruña, Cambre, Cedeira, Paris… en treinta ocasiones, siendo su última exposición este Junio en el Torrente Ballester de Ferrol con gran éxito de público. Queda pendiente que la ciudad en la que nació le dé el reconocimiento que merece este gran artista, con una gran antológica retrospectiva de su obra que esperemos vea la luz en un futuro próximo.

Juan Galdo, un artista que optó por ser siempre él mismo en aras de su libertad e independencia posee un talento, oficio y estilo que le convierte en rara avis en el actual panorama artístico gallego. Y sigue pintando con la misma ilusión que le llevó a París a los 20 años… Espléndida muestra de ello es esta imagen del feirón, tan eumesa y cotidiana, que se convierte a ojos de Galdo en un mágico estallido de vida y color                                       

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