Observando a extraños paseantes en el parque del Buen Retiro.

Pedro Sande García

Suelo caminar con cierta frecuencia por el parque del Buen Retiro y utilizo el verbo caminar, en vez de andar, ya entre los dos hay una sutil diferencia según recoge la RAE. Andar «Ir de un lugar a otro», Caminar «Andar determinada distancia» y en mi caso mis caminatas tienen varios objetivos y uno de ellos es la distancia. Se utilice un verbo u otro hay otra actividad que también práctico a la vez que camino, la de observar, y el parque del Retiro es un magnífico lugar para «Examinar atentamente», que es como la RAE define a la actividad de observar. Mis recorridos varían según la puerta por la que haya entrado, el parque tiene dieciocho puertas y utilizo de forma habitual cinco de ellas. Me gustaría aclarar que en realidad son dieciocho entradas ya que en casi todas ellas hay más de una puerta, vuelvo a hacer uso de la sutileza para diferenciar entre puerta y entrada. No solo me dedico a caminar y observar, también dejo que mis pensamientos se pierdan por los laberintos que nos brinda la imaginación. En algunos casos tengo que hacer uso del raciocinio, que es mi lado represor, para evitar que mis fantasías se pierdan por caminos oscuros que me provocan ansiedad y desasosiego. Esa imaginación que camina conmigo es la que me permite idear algunos de los artículos que escribo y publico en este diario. La misma imaginación es la que regala el título a mis crónicas, pretexto que utilizo, el del título, para que las palabras comiencen a fluir y se posen en lugares como este que están ustedes leyendo.

En mis caminatas por el Retiro, y dependiendo de los diferentes colectivos humanos que se muestran ante mi observadora mirada, puedo diferenciar la hora del día y hasta el día de la semana en el que me encuentro. Me van a permitir que deje fuera de esta crónica los fines de semana, la algarabía no es buena compañera ni de la observación ni de la imaginación, el barullo hace que mi lado represor se convierta en el dominante y es esa la razón por la que evito el parque los sábados, domingos y fiestas de guardar. El resto de la semana caminar por el Buen Retiro es una auténtica delicia para unos pocos afortunados entre los que me encuentro. Tener un parque como el Retiro, y muchos otros con los que podemos disfrutar en Madrid, en plena meseta castellana, es un lujo. Su historia, su configuración y su diversidad tanto en lo que a flora y fauna se refiere es una delicia para nuestros sentidos. Es la diversidad de seres humanos que pululan por el parque, y tal como he dicho en función de la hora en la que se realice el paseo o la caminata, la que ha sido el origen de este artículo. A primera hora del día, a mediodía, a media mañana, media tarde y al anochecer. Sin duda el grupo que más se repite a lo largo de todo el día es el de los paseantes, caminantes, y andantes. También podría incluir en ese grupo a los corredores, running y runners son términos que no me gustan y me niego a utilizarlos. Patinadores, gimnastas, ciclistas, esgrimistas, practicantes de yoga, de pilates, de tai chi, observadores de pájaros, pintores, fotógrafos, lectores, todos ellos pueblan el día a día del parque y cada grupo tiene su preferencia en cuanto a la franja horaria en la que accede al mismo. Es posible que alguna de estas actividades pueda llamarles la atención pero no es ninguna de ellas la que, como un resorte, activa mi imaginación y la que es objetivo de esta crónica.

Dirán que por fin he llegado al meollo del artículo, ya les dije que el título es una mera excusa para ponerme a escribir. La actividad a la que me refiero es la de aquellos paseantes que van arrastrando una maleta, trolley es otra palabra que también me horroriza y me niego a usar. Es difícil encontrar un término para describir esta actividad, he decidido bautizarla como la de los «extraños paseantes» y a este grupo lo integraré con los habituales caminantes, paseantes, andantes y corredores, ya que también se repiten en todas las franjas horarias. Cuando mi mente hace uso del raciocinio pienso que son personas que están pasando el tiempo mientras llega la hora de desplazarse a un punto de partida, quizás a un punto de llegada, pero en realidad lo que me domina cuando observo a estos extraños paseantes es la imaginación.

En mi última caminata, en la que empecé a esbozar este artículo, he pensado que podría ser que en el Buen Retiro exista un lugar secreto donde están reclutando personas para llevarlas de viaje a un lugar misterioso. Voy a dejar que sean ustedes los que activen su ingenio para que imaginen ese lugar secreto, a mí solo se me ha ocurrido algo parecido al desarrollo de la escena final de «Encuentros en la tercera fase». También he pensado que en el parque hay un lugar oculto donde reclutan a personas con las que hacer ensayos con nuevas vacunas o medicamentos. Todo ello podría ocurrir bajo los restos de la casa de fieras, un lugar perfecto para este tipo de fantasías. Sobre lo que hay dentro de las maletas nunca se me ha activado el raciocinio, es la imaginación la que suele navegar por lugares bastante tétricos. La cantidad de cosas extrañas que se puede llevar en una maleta y que nada tienen que ver con las necesidades de un viaje. Aquí también les dejo que utilicen su imaginación. Creo que sea cual sea el resultado de su ingenio siempre les llevará a pensar lo mismo que a mí, que son unos «extraños paseantes».

Como verán ustedes he dedicado el noventa por ciento de mis palabras para dar rodeos hasta llegar a escribir algo referente al título del artículo, es lo que ocurre con la imaginación, si me hubiese dejado dominar por el raciocinio esta crónica ocuparía unas pocas líneas.

Para finalizar, solo me queda decirles que yo seguiré con mis caminatas por el parque del Buen Retiro mientras espero impaciente a que en breve la nueva estación me muestre el esplendor de la naturaleza en la Rosaleda de Cecilio Rodríguez y en el maravilloso plumaje que los pavos reales despliegan mientras cortejan a sus posibles parejas. También continuaré observando a los extraños paseantes a la vez que mi imaginación seguirá creando fantasías en lugares misteriosos.

Cuídense mucho.

Lea también

El 10 de marzo de 1972 en Ferrol ¿Tragedia o suceso histórico?

Enrique Barrera Beitia Todos los ferrolanos sabemos que el 10 de marzo de 1972 una …