La cara de Amando/ Los repugnantes desahucios

Amando de Miguel

Una acepción analógica de «desahucio» es «quitar a alguien la esperanza de conseguir lo que desea». Aunque esa acción sea legal suena crudelísima. Comprendo que tiene que haber un orden jurídico y los contratos deben cumplirse. Pero estamos en una situación excepcional en la que se producen cientos de miles de desahucios de la vivienda porque sus propietarios se han ido al paro o han tenido que cerrar sus negocios. La consecuencia inmediata es que no pueden seguir pagando las cuotas de la hipoteca. Esa misma excepcionalidad hace que el Estado gestione fabulosos préstamos (rescates) a los bancos para que se recapitalicen. Lo lógico sería que una parte de ese dinero se utilizara para amortiguar el sufrimiento de los posible desahuciados. No me parece una solución equitativa que se hable de la posibilidad de la «dación en pago» de la vivienda para amortizar la hipoteca. Tampoco me parece justo esperar a que los bancos recapitalizados puedan empezar a conceder nuevos préstamos. Esas vías no resuelven la angustia de los hogares que van a perder su vivienda (parcialmente pagada) por mor de la crisis económica que a todos nos afecta. La solución pasa por volver a ahuciar (este es un verbo en desuso que bien podríamos revitalizar), es decir, a dar esperanza. Hay soluciones prácticas. Por ejemplo, se pueden acordar períodos de moratoria o carencia para los pagops pendientes de las hipotecas o se pueden renegociar hipotecas con más años. Naturalmente, las situaciones deberían ser estudiadas caso por caso para evitar abusos. Si los directores de los bancos fueran perspicaces comprenderían que lo que propongo significa un «lavado de imagen», que bien lo necesitan. No solo eso; con esas decisiones de renegociar las hipotecas los bancos obtendrían nuevos clientes con toda solvencia. Lo que digo no es nada revolucionario. Es simplemente una interpretación del precepto constitucional del derecho a la vivienda.

Alguien dirá que respiro por la herida en este asunto de las hipotecas y los desahucios. En efecto, la sospecha resulta fundada. Los posibles desahucios se encuentran en mi círculo familiar. Véase la referencia que hago en mi libro de Memorias. Por eso sé lo humillante e infamante que resulta un deshacio. Ahora afecta a cientos de miles de españoles. Hay que tener la sensibilidad de un lamelibranquio para no darse cuenta de ello. Vale.

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