Cuando la izquierda se viste con el chandal

Federico QuevedoFederico Quevedo-(El confidencial)

Creo que fue Gabriel García Márquez, nada sospechoso de pertenecer a las huestes de la derecha, el que calificó en cierta ocasión a Hugo Chávez de “ilusionista” y le aventuró que acabaría pasando a la historia como un “déspota”. Estos días, tras su muerte, se ha desatado en las redes sociales un apasionado debate en torno a su figura, un debate encendido entre detractores y partidarios. Yo me encuentro entre los primeros, sin lugar a dudas, pero los segundos enseguida han colocado la etiqueta de la derecha a todos los críticos con la figura del caudillo venezolano, y nada más lejos de la realidad. De hecho, son muchos los representantes de esa izquierda sensata y democrática que se han quejado por haberse visto identificados con los partidarios del chavismo cuando la realidad es que esa izquierda hace tiempo que marcó las diferencias, probablemente desde aquel “yo prefiero los votos a las botas” que le dedicó Felipe González al comandante bolivariano.

Pero hay otra izquierda, una izquierda que sigue instalada en la caverna del marxismo-leninismo, que estos días llora la ausencia del caudillo Chávez e incluso se atreve a reivindicar su particular modo de entender el socialismo para exportarlo a nuestro país… ¡Dios nos libre! Ya tenemos bastante en esta piel de toro aguantando los pañuelos a cual más hortera del alcalde de Marinaleda, como para que se nos imponga por ley el uso del chándal como prenda revolucionaria. Hace tiempo publiqué en este mismo diario una información muy detallada sobre como la policía de Chávez expropiaba tierras a colonos españoles que llevaban décadas instalados en Venezuela. Quizás sea eso lo que añoran nuestros pro-chavistas patrios: el derecho a quedarse con lo que no es suyo, a expropiar el fruto del trabajo y del esfuerzo de los demás para beneficio de las clases trabajadoras.

Es tal la pasión que Chávez ha levantado en la izquierda-izquierda patria que cualquier día de estos nos vemos a Cayo Lara entrando en el Congreso de los diputados vestido con el chándal rojo bolivariano y al resto de los diputados de IU disfrazados de tal guisa, y no digamos ya los de Bildu-Amaiur… Desconozco a que grado de pobreza económica y miseria moral nos quieren llevar los señores de IU y el resto de la izquierda cavernícola de este país, pero creo que a la inmensa mayoría de los españoles no les haría ninguna gracia un régimen político de las características de la Venezuela de Hugo Chávez. Es cierto que Chávez ha gobernado ganando elecciones… Pero no es el primer dirigente totalitario que lo hace. Lo intentó primero por la vía tradicional, es decir, el Golpe de Estado contra el amigo de Felipe González, CAP, pero fracasó y cuando consiguió hacerse con las urnas ya no dudó en cambiar leyes y la Constitución una y otra vez para garantizarse la perpetuidad en el poder.

Al chavismo le ha faltado volverlo a presentar a unas elecciones embalsamado y a lomos de un tanque, como si fuera un moderno Cid Campeador, aunque eso hubiese sido demasiado y ya está ahí Maduro vulnerando la legalidad vigente para garantizarse la victoria en las urnas cuando a él mismo le convenga. Pero, ¿puede haber chavismo sin Chávez? Lo que aquí tanto alaba la izquierda no era más que una amalgama de mentiras e hipocresía que, sin embargo, en manos de un mago de la comunicación y el populismo se ha convertido en una auténtica religión para su pueblo, un pueblo al que, es cierto, consiguió sacar de la pobreza pero al que le ha negado cualquier posibilidad de tener un futuro mejor porque los millones de dólares que recaudaba vendiendo petróleo a los mismos imperialistas a los que acusaba de todos sus males, lo utilizaba para repartir una parte entre su pueblo y el resto para engordar su propia cuenta corriente y la de sus secuaces.

Chávez era un caudillo, y el problema de los caudillos es que generan una adoración cercana al fanatismo en sus pueblos. Algo parecido vivimos aquí con la muerte del dictador, y las colas de gente que se acercaron durante días a despedirse del caudillo también fueron kilométricas. Pero en aquel entonces se planteó la misma cuestión: ¿podía sobrevivir el franquismo sin Franco? Era evidente que no. Venezuela es un país en decadencia, en el que se han invertido miles de millones en asistencialismo que ha servido para comprar votos, pero que no han servido para mejorar los índices de productividad del país. Si un día Venezuela se quedara sin petróleo, se morirían de hambre.

Con un déficit disparado, una inflación del 40% y la carestía de productos básicos, el país ocupa el puesto 143 de los 144 países que engrosan el Índice Global de Competitividad. Si a eso le añadimos una inseguridad ciudadana alarmante, una corrupción sistémica y una justicia degradada y vendida al chavismo, el escenario es espeluznante. Y eso es lo que quiere nuestra izquierda traer a España. Ni siquiera sé como pudo aguantar el viernes el Príncipe Felipe tan estoicamente las bravatas de los correligionarios de Chávez en su funeral. Menos mal que, al menos, al ilusionista calló para siempre. Ahora solo queda que su marcha sea un paso en la buena dirección de Venezuela, porque lo contrario amenazaría a la estabilidad de toda la zona.

 

 

 

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